Con el veloz avance de la tecnología y el enorme desarrollo de los medios de transporte, las distancias físicas entre los países se han acortado drásticamente. Viajar a sitios extremos e inexplorados es un deseo cada vez más común de satisfacer. Pero mientras muchos viajeros piensan en aventurarse en exóticas tierras de Medio Oriente, o adentrarse en el salvaje territorio amazónico, existe un lugar que aún se considera la pieza única entre los trotamundos. La Antártida.
Y no se trata de un país, sino de todo un continente, el cual debido a sus condiciones extremas y su falta de habitantes, ha permanecido virgen de divisiones políticas y asentamientos humanos.
Parajes incomparables de la Antártida
Es una porción de tierra del tamaño de Australia, que se ubica escondida en el extremo sur de nuestro plantea. Algunos mapas la olvidan, mientras que en los planisferios más completos su superficie aparece expuesta horizontalmente, dificultando la capacidad para dimensionar su gran masa continental que ha sabido cautivar el interés de grandes exploradores.
Su descubrimiento en 1820 fue accidental, y se tardó un tiempo en develar que detrás de las cortinas de icebergs y bajo los campos de hielo había tierra firme. Casi dos siglos más tarde los misterios de este blanco entorno siguen silenciados por el hielo, pero las puertas a los visitantes se abren cada noviembre, inaugurando no sólo el juego a la exploración, sino también despejando un universo incomparable.
Los puertos desde donde zarpan las diferentes naves que se adentran en el océano son varios. Sin embargo, por los escasos mil kilómetros. que lo separan del destino, el de Ushuaia, en Argentina, es el más recomendado y uno de los más frecuentes.
Como es de esperarse la oferta de traslados es amplia, sin embargo, lo más importante a considerar no es el lujo ni el confort, sino la posibilidad de bajarse de la nave y poner pie sobre el continente. Cabe citar que las embarcaciones son pequeñas, precisamente por transportar menos pasajeros.
Frente a tres océanos
El MV Ushuaia, una de las embarcaciones de expedición, zarpa por la tarde entre ansias y festejos. En la ciudad más austral de mundo varios carteles indican que ahí finaliza el trazado carretero argentino. Lo que nadie señala es que este corte al cemento abre camino por los mares. El desafío se torna aún más palpable cuando la costa ushuaiense sucumbe ante la infinidad del mar y ya no hay punto visible en la lejanía. Durante las próximas horas la furia del famoso Pasaje de Drake sacude al buque contra viento y marea. Aquí tres océanos se unen, y es por esta misma cólera marítima que el cruce de estas aguas es un hito en la vida de cualquier marino.
No obstante, cuando el barco se acerca hacia las islas Shetland del Sur y los primeros icebergs se divisan en el horizonte, la sensación de descubrimiento es absoluta. Sin importar cuánta gente haya puesto pie en este sitio antes, el número es aún insignificante y la naturaleza mantiene su estado prístino y armonioso. Un desembarco en el archipiélago Aitcho ofrece la primera sensación de estar pisando suelo antártico, y mientras la nieve se acomoda bajo las suelas de las botas, colonias enteras de pingüinos barbijo y papúa captan la atención de todos los teleobjetivos. De las diecisiete especies que existen en el mundo en la Antártida es posible observar varias de ellas a lo largo de la expedición.
Glaciares caprichosos
El viaje continúa por el Estrecho de Gerlache, situado ya propiamente en la Península Antártica. Al amparo de las Islas Brabant y Anvers, las aguas de este paso se tornan un espejo natural y lustroso, que refleja la caprichosa geometría de los icebergs, así como el tallado contorno de los glaciares costeros. El paisaje pareciera un gran hechizo que no permite siquiera el más mínimo parpadear. Nada de lo que se haya visto antes se asemeja a lo que se está por descubrir.
A bordo de pequeños botes inflables las navegaciones conducen a los visitantes a través de extensos campos de témpanos, o los acercan a las costas inexploradas de diferentes islas. En Port Foyn, un antiguo fondeadero, descansa desde hace casi un siglo el ballenero Governoren. El paso del tiempo no ha logrado amalgamar sus restos con el paisaje, pero muchas parejas de gaviotines lo han adoptado como sitio de anidación y lo defienden a gritos. Un poco más adelante, en Bahía Paraíso, grupos de ballenas resopla con desgano, mientras grandes colonias de pingüinos descansan en su puerto natural.
La peculiaridad de que la raza humana nunca haya sido originaria de estas tierras es notoria y por ende los animales no demuestran ningún signo de temor. Mientras los turistas celebran y disfrutan el particular evento de estar rodeados por fauna tan única, los animales prosiguen con sus actividades cotidianas sin ningún sobresalto ni alteración.
Bases científicas en la Antártida
Incorporado a este impoluto ecosistema, la Antártida alberga a una gran cantidad de bases de diferentes nacionalidades, que sirven de refugio a investigadores de diversas áreas. Desde el año 1959 el Tratado Antártico establece la no propiedad de ningún país sobre este territorio, con el fin de protegerlo de disputas y explotaciones, al considerarlo patrimonio de toda la humanidad.
Las estaciones operan casi exclusivamente con fines científicos, y como parte del paseo es posible visitar algunas de ellas. En la pequeña isla Goudier se halla Port Lockroy, de bandera británica. Fundada en 1944, fue abandonada en 1962 y abierta nuevamente como museo en 1996. Actualmente es habitada por algunos sonrientes jóvenes, que trabajan de manera voluntaria durante el período de verano, ayudando a conservar el patrimonio histórico inglés en Antártida y recreando la forma de vida de los años 40s. De esta manera deben convivir los seis meses sin electricidad, calefacción o agua caliente, siendo un teléfono satelital de emergencia el único contacto con el exterior.
El Canal Lemaire
Navegando rumbo sur, entre la pedregosa isla de Booth y el continente, tiene inicio el prodigioso Canal Lemaire. Con tan sólo un kilómetro entre ambas costas y altas paredes de sólido hielo, este pasadizo es uno de los sitios más fotografiados de Antártida. Cuando la nave alcanza su desembocadura, el espectáculo no concluye sino que se renueva: si se acaba de dejar atrás gigantes muros helados, delante se encuentra el llamado Cementerio de Témpanos, junto a la Isla Pleneau. Como si de una pintura de Dalí se tratase, las figuras se desdibujan en un horizonte surrealista, en el que la luz se refracta dando vida a los más variados blancos y celestes.
La carencia de sonidos, de olores y de colores desconcierta los sentidos. De pronto la sensación de soledad, de finitud, se apodera del ambiente. Alguna foca de Wedell gira la cabeza para fijar sus grandes ojos en el bote de desembarco que de desliza con lentitud hasta alcanzar la Isla Petermann. Aquí habita una colonia de pingüinos adelia, distinguibles por el aro blanco alrededor de sus ojos.
En el punto más al sur del recorrido, la base ucraniana Vernadsky se vuelve una parada obligada. Desafiando la rigidez de los ámbitos de estudio, un enorme pulgar amarillo da la bienvenida en varios idiomas a los ávidos turistas que llegan a estas latitudes. Un paseo por su interior permite conocer las distintas áreas y métodos que se utilizan para estudiar, entre otras cosas, los cambios climáticos. Al final del recorrido es posible sellar los pasaportes y enviar postales, para luego pasar al bar más austral del mundo y degustar vodka casero. Las damas más atrevidas pueden conseguir un trago gratis a cambio de su sostén, y como consecuencia una enorme colección se despliega en la pared, captando la atención de todos.
La Isla Decepción
A partir de este punto el MV Ushuaia emprende lentamente el regreso. Detrás de los vidrios de salas y comedores no es difícil acostumbrarse al sublime paisaje de montañas nevadas y glaciares majestuosos. Aún así, la última visita depara una sorpresa impensada. Lejos de volver a pasear entre pingüinos o icebergs, la Isla Decepción ofrece un reto mucho más desafiante. Esta isla, con forma de medialuna y una espesa niebla sulfurosa, es el remanente del cono de un volcán que colapsó hace diez mil años. Con la eclosión una de las paredes se derrumbó, abriendo una entrada y dándole la forma semicircular que hoy posee. Como resultado su superficie no está cubierta de nieve sino de roca volcánica candente, que contrasta con las gélidas aguas que bañan la orilla.
Aquí la historia toma protagonismo, pues esta era una de las estaciones balleneras más importantes de principio de siglo. Viviendas colapsadas, tanques de combustibles y la osamenta de alguna barcaza semienterrada en la arena, es todo lo que queda de la estación noruega de Port Foster.
El último continente virgen de la tierra fue una vez el paraíso de los balleneros nórdicos, quienes se establecieron en estos confines tentados por el aparente inagotable recurso. Sin embargo, la mayor atracción del paseo radica en la insólita posibilidad de poder bañarse en las costas de la isla. Con una temperatura gélida, las aguas antárticas se unen a la arena hirviendo de este volcán, creando una pequeña franja de tibia temperatura, en donde con un poco de coraje es posible nadar por unos minutos, antes de regresar a la embarcación para seguir el camino.
El viaje concluye con un nuevo encuentro con las rugientes aguas del Pasaje de Drake, que marean la nave durante unas horas antes de toparse a Ushuaia. Continúe o no el viaje por la Patagonia argentina, la experiencia de haber puesto los pies el último continente de este planeta, seguro marcará al viajero, en cuyas retinas permanecerá eternamente la majestuosidad de este paisaje.
Datos útiles si viajas a la Antártida:
Cómo llegar: La empresa Antarpply Expeditions ofrece salidas regulares desde Ushuaia, a bordo de un confortable barco de expedición y con un equipo de profesionales dispuestos a enriquecer la experiencia.
Cuándo ir: La temporada inicia a finales de octubre y concluye a principios de abril. Aunque existen ofertas de último momento se aconseja reservar con anticipación.
Qué llevar: Las bajas temperaturas exigen de ropa especial, que puede ser rentada sin problemas en la ciudad de Ushuaia. Las botas las otorga la misma compañía. Se recomienda también llevar medicamentos contra mareos y náuseas y filtro solar.
Más información: Turismo Ushuaia