Puerto Madryn, a orillas del Golfo Nuevo, provincia de Chubut, en la Patagonia, es la puerta de entrada al fascinante mundo de la ballena franca austral. Cada año, miles de turistas visitan la ciudad y la Península Valdés para presenciar un espectáculo deslumbrante y mundialmente famoso.
Este hermoso cetáceo peregrina desde las gélidas aguas del sur hasta las recortadas y acantiladas costas patagónicas de la Península Valdés. La península tiene 4000 km2 de superficie que albergan bahías, golfos y playas que caen al mar. Si bien está unida a la tierra, los golfos Nuevo y San José le dan cierto carácter insular.
Esta Área Natural Protegida tiene un valor faunístico altísimo ya que, además de la ballena franca, es el sitio de reproducción de otros mamíferos marinos, los mamíferos terrestres son abundantes y también hay una gran diversidad de aves.
Al finalizar el otoño, entre 450 y 600 ballenas arriban a estas aguas tranquilas para aparearse, parir y amamantar, transformando este lugar en uno de los mejores sitios de reproducción y cría de esta especie del mundo. Debido a sus lentos movimientos y a la singularidad de que al morir flota, la ballena franca austral fue intensamente perseguida entre el siglo XVII y principios del XX, víctima de la gran explotación comercial.
Sin embargo, en 1937, se firmó el Acuerdo Internacional para la Regulación de la Cacería de Ballenas otorgándole protección total. Desde entonces su recuperación ha sido lenta pero sostenida y en 1984 fue declarada Monumento Natural Nacional en Argentina.
Para contemplar a la dueña del mar, una excelente opción es caminar por la extensa costanera de Madryn teniéndola como acompañante mientras hace gala de su belleza. Las horas vuelan mientras se disfruta de esta maravilla marina y, si se está atento, seguramente tendrá la suerte de ver cómo esa gran masa corporal sale del agua, se eleva y da un increíble salto mientras la ciudad continúa sumergida en su diaria rutina.
Los mejores momentos para observarla son el amanecer y el atardecer. Al salir el sol por el mar, una increíble paleta de colores se despliega como telón de fondo mientras todos duermen y las ballenas remolonean en el agua. Como una platea preferencial, el gran muelle, aun iluminado, se interna en el mar y permite verlas desfilar con su ágil y coqueta cola.
Otra alternativa, a sólo 17 km, es ir a las espléndidas playas de El Doradillo y ver juguetear a las madres con sus ballenatos a escasos metros de la profunda costa. Al nacer las crías miden 5 metros de largo y en la adultez llegan a los 13 ó 15 metros, pesando 40 ó 50 toneladas.
Casi un tercio de su cuerpo lo ocupa la cabeza y en ella se destaca una gran boca curva con más de 200 barbas que cuelgan de la quijada superior y que filtran el agua reteniendo el minúsculo plancton, su alimento principal.
Uno de los rasgos más llamativos son las callosidades que brotan como consecuencia del endurecimiento de la piel y sobre las que se asientan diminutos crustáceos. Lo maravilloso de estas callosidades es que, al variar de un individuo a otro, son un patrón único sumamente útil para reconocer y estudiar distintos ejemplares.
Puerto Pirámides
Para tener un acercamiento sin igual la mejor opción es ir a Puerto Pirámides –llamado así por las formaciones rocosas piramidales de su costa- en la Península Valdés, a 100 km de Puerto Madryn. Este llamativo accidente costero -unido al continente por el Istmo Carlos Ameghino– fue habitado antiguamente por los Tehuelches.
En el siglo XVIII, los españoles fundaron un pequeño asentamiento en la zona norte del istmo que no prosperó y la población fue destruida. Recién a mediados del siglo XIX la zona se fue poblando de ciudadanos argentinos que vieron en la naturaleza circundante un excelente recurso turístico.
Además de ballenas, en la península se observan elefantes y lobos marinos de un pelo (en Punta Norte y Punta Delgada), orcas, pingüinos de Magallanes e infinidad de aves marinas. Y para los amantes de las profundidades, sus aguas límpidas son un lugar ideal para bucear. Debido a hundimientos tectónicos la península presenta dos extensas hendeduras: el Golfo San José al norte y el Golfo Nuevo al sur. A simple vista su superficie parece infinita en medio de tan llano, estepario y monótono paisaje. Sin embargo, con la mirada atenta, en el camino pueden verse manadas de guanacos, zorros, ñandúes y maras –liebre patagónica-.
Este curioso lugar tiene la capacidad de atraer muchas especies animales formando una colección de ecosistemas que maravilla a turistas, sorprende a investigadores y ha hecho que la UNESCO lo declare Patrimonio Natural de la Humanidad en 1999.
Desde Puerto Pirámides (único lugar autorizado para realizar avistajes) parten embarcaciones con ansiosos tripulantes de todo el mundo y de todas las edades que experimentan el asombro de un niño al estar tan cerca de algo tan monumental como una ballena. Varias son las empresas que realizan la actividad pero elegimos la que más tiempo permanecía en el agua.
Fernando Alonso, experto capitán, lleva años navegando y sus didácticas y entretenidas explicaciones logran calmar la excitación inicial de los pasajeros, deseosos de obtener la mejor fotografía. A lo largo de dos horas y media la lancha se transforma en una ballena más moviéndose entre ellas con total naturalidad y sin perturbar su rutina.
Uno de los momentos más extraordinarios es el apareamiento ya que el acto se realiza en forma “cooperativa” y varios machos se ayudan (aunque también compiten) entre sí para copular a una sola hembra. Con gran asombro observamos al grupo de cópula y contemplamos la gran actividad desplegada, que puede extenderse durante horas.
Finalmente, la hembra es inseminada por varios machos pero sólo uno fecunda al único óvulo. La gestación dura un año y sólo nace una cría por vez. Luego del nacimiento, madre y ballenato permanecen juntos por dos años hasta que éste puede valerse por sí solo.
El clima en la embarcación es de satisfacción total pero ha llegado el momento de dejar a nuestras amigas y volver a tierra firme. Con una sonrisa de oreja a oreja, da gusto regresar con infinidad de fotografías pero, en especial, con un recuerdo imborrable.
Avistajes
Horarios: Siempre dependiendo de las condiciones climáticas, los botes parten a las 10, 12, 14 y 16 horas aproximadamente.
Recomendación: Llevar abrigo y ropa impermeable, en especial por el viento.
Cómo llegar:
El Doradillo: salir de Puerto Madryn hacia el norte hasta la ruta provincial nº 1, que empalma con la ruta nº 2.
Puerto Pirámides: salir de la ciudad hacia el norte y tomar la ruta nº 1 y luego la nº 2. Luego de 77 km se llega al Istmo Carlos Ameghino, desde el cual se divisa el Golfo San José, el Golfo Nuevo y la Reserva Isla de los Pájaros. Del Istmo hasta Puerto Pirámides hay 20 km más.
Más información: www.puertopiramides.gov.ar