En 1649, vivió el sacerdote Don Juan de Nava, quien cuidaba a su sobrina Doña Margarita Jáuregui, ya en edad núbil.
Don Duarte Zarraza, caballero portugués de buena presencia, conoció a Doña Margarita en una fiesta virreinal y la cortejó hasta hacerse novios. Don Juan investigó la vida de ese caballero y descubrió que tenía una vida disipada, también deudas y se separó de dos mujeres dejando bastardos; así que le prohibió a su sobrina seguir el noviazgo, pero ella hizo caso omiso para tener un romance furtivo. Al caballero portugués también le prohibió lo mismo, ni acercarse a la casa ni al puente cercano. Como el sacerdote siempre se opuso al romance, Don Duarte tuvo deseos de matarlo.
Una noche Don Duarte fue a casa de su amada para convencerla de escapar a Puebla de los Ángeles, donde se casarían, pero repentinamente vio a Don Juan caminando por el puente. Don Duarte, ya iracundo, llegó al puente, discutió y le clavó su puñal al sacerdote en la cabeza, aquel cayó muerto y lo tiró al agua. Don Duarte se ocultó, porque muchos sabían de la oposición del sacerdote, y después se refugió en Veracruz por casi un año.
Pasado ese tiempo, regresó por Doña Margarita y una noche caminó por aquel puente hacia su casa. No se sabe que le sucedió, pero a la mañana siguiente amaneció muerto con mueca de terror y estrangulado por un esqueleto sucio vestido con sotana hecha jirones que tenía clavado en el cráneo el mismo puñal que Don Duarte usó para matar al sacerdote. Se supuso que los restos de Don Juan poseídos por su alma, surgieron del agua para cumplir el deseo de proteger a su sobrina.
Tiempo después debido a esa leyenda, al puente y a la calle que después se formó se le llamó La Calle del Puente del Clérigo, y después se renombró a 7ª y 8ª de Allende.
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