Visitar Mérida en la época de Carnaval es conocer la calidez y el espíritu fiestero de los meridanos, es adentrarse a una cultura que nos presume las maravillas de un pueblo entusiasta dispuesto a disfrutar y vivir al máximo estos días llenos de fiesta y folklor.
Como cada año, la gente se da cita a lo largo de una de las avenidas más importantes de la Ciudad Blanca: el Paseo Montejo, para ver el paso de los carros, comparsas y los reyes con sus cortes reales durante el Carnaval.
Esta celebración representa un día de fiesta para todos los yucatecos, que convierten al Paseo Montejo en la verbena más grande del sur del país.
La fiesta del Mayab se caracteriza por el colorido de los disfraces, comparsas y exóticos vestuarios, mientras que por las noches, el azul del cielo se pinta de las luces multicolores de los juegos pirotécnicos.
Mérida, la capital del estado de Yucatán, se convierte durante este festejo en un abanico multicolor por el azul del cielo, el verde de los framboyanes, el azul de las marquesitas de los puestos ambulantes, el morado de los bikinis y el rosa de las plumas de los disfraces de las bailarinas, que a cada movimiento de caderas dejan al descubierto cinturas, ombligos y dorsos perlados de sudor.
El orgullo maya se hace presente en esta celebración a través del traje típico regional y danzas que son ejecutadas a lo largo de esta vialidad, hasta llegar a la Plaza Principal de los meridanos. Las más esperadas, sin duda son las bailarinas, quienes con sus diminutos atuendos tan picantes como el habanero, siguen el ritmo frenético del tambor, mientras que cientos de ojos insisten en posar en ellas la mirada indiscreta, traviesa y candente.
A lo largo del trayecto, cerca de 60 comparsas y 40 carros alegóricos lanzan papeles multicolores, dulces, playeras y un sinfín de recuerdos propios del Carnaval, además de trofeos que lanzan las reinas de las compañías de bebidas y alimentos a los más animados.
Durante los días que dura el Carnaval no existen clases sociales, diferencias políticas y religiosas entre la población, ni con los visitantes nacionales y extranjeros, que simplemente se unen en una catarsis para espantar a los duendes traviesos del campo yucateco.
Y como para la diversión no hay edad, resulta un placer ver a niños que a tan sólo seis años de edad ya son todos unos expertos en el arte del baile, para luego dar paso al contingente de jubilados, que todavía tienen el ánimo para participar en esta festividad.
Así transcurren alegres las horas sobre el Paseo Montejo, el cual se convierte en sambódromo, pista de baile o lo que sea, porque al fin y al cabo tanto en Mérida como en todo el estado, el Día del Carnaval, es un día para disfrutar.
A gozar de la vida
Como en casi todos los Carnavales, con los festejos del Rey Momo y la Quema del Mal Humor, a través del despliegue de fuegos artificiales da inicio el Carnaval de Mérida, en el Palacio Municipal.
Con el desfile de los carros alegóricos y comparsas empieza la alegría en grande, donde también participan los reyes de Carnavales pasados y las escuelas primarias. Una vez concluido el recorrido por Paseo Montejo se inicia el baile con más de 20 conjuntos de la más alta calidad, que van tocando a lo largo del derrotero y con artistas de fama nacional e internacional en las tarimas instaladas en distintos puntos del mismo; desfiles que se repiten durante el sábado y el domingo, mientras que para el lunes por la noche el Carnaval meridano se viste con los hermosos trajes de las mestizas y se baila jarana y música yucateca.
El martes al mediodía, vuelven a desfilar las comparsas y carros alegóricos, lo que se convierte en una batalla de flores con el público y se termina bailando hasta morir.
Una de las ceremonias más simpáticas y concurridas es la muerte de Juan Carnaval, evento con que se cierran los festejos.
Los tiempos cambian… y el Carnaval también
Con el paso de los años, la forma de celebrar el Carnaval ha cambiado. A principios de siglo, según relata el cronista de Mérida, Jorge Álvarez Rendón, los Carnavales meridanos contaban con una organización muy cuidadosa, para que los desfiles por las principales calles tuviesen el mayor lucimiento posible.
Sin embargo, a mediados del siglo XX, estos cayeron en «un bache organizacional», es decir, no existía un programa establecido para los paseos. «La gente salía a la puerta de su casa para ver pasar vehículos, casi siempre camiones de redilas con grupos de jóvenes que se divertían arrojando a los transeúntes serpentinas, flores, confeti y, en casos extremos, huevos con harina o polvo de añil, para manchar de azul la cara de los demás», asegura.
Como en todo este tipo de eventos -agrega-, se suscitaban enfrentamientos y algunas faltas de respeto entre los jóvenes, pero en el fondo era una situación tolerable, si se considera que era una semana de desenfrenos.
En cuanto a la vestimenta, los disfraces de moda eran del «monstruo de la laguna negra», las mujeres preferían vestirse de rusas o españolas y a los niños los disfrazaban de Supermán o charros. Los carros alegóricos eran escasos y por lo general estaban hechos de manera rudimentaria.
Para amenizar el recorrido, predominaban en esa época los ritmos musicales que todavía permanecen en el gusto del público: Mambo, Cha-cha-chá y Cumbia, además de los temas que popularizó Celia Cruz.
A decir de Álvarez, con el paso del tiempo el Carnaval de Mérida ha mejorado, existe un comité que organiza los festejos, hay un programa de actividades y desfiles en un orden y ruta establecidos.
En cuanto al contexto de la festividad, señala que ahora el Carnaval se ha impregnado por el aspecto comercial que envuelve a los paseos y que se manifiesta en carros alegóricos tapizados de publicidad.
También -dijo-, se ha perdido la esencia del Carnaval. «Vivimos en una sociedad con tantas libertades que hoy existen diversiones para todos los gustos, todos los días del año, de manera que el Carnaval puede pasar como una de tantas posibilidades para salir a divertirse».
Ahora bien, en otra época, el fin del Carnaval marcaba también el fin de la alegría y la diversión; había que asumir una actitud de recogimiento y moderación, reflexión y penitencia ante el inicio de la Cuaresma, cuyo momento culminante es la Semana Santa y la Pascua.
Actualmente, el Carnaval de Mérida termina y de todas formas la gente sigue yendo al cine, a la discoteca, los bares, a la playa y ofrece fiestas, se va de compras. «En fin, no se cumple la otra parte del trato: a cambio de una semana de desenfreno, fiesta y algarabía, cuarenta días de moderación y dos semanas de reflexión espiritual».
En cuanto al ánimo de la gente, señala que por lo general el yucateco, no es dado a expresar alegría por medio del desenfreno; «en este sentido somos un poco más moderados y reservados, como se advierte en las comparsas que intervienen en los desfiles».
Disfrute Mérida
Aprovechando esta festividad, la Ciudad Blanca le espera para revivir el encanto y la magia de sus antiguos barrios del Centro Histórico, entrelazados por anchas y arboladas calles desde San Cristóbal en el oriente, a Santiago en el poniente y de La Ermita de San Sebastián en el sur, a Santa Ana en el norte, suburbios con casonas de estilo austero, morada de los oficios tradicionales, tiendas de abarrotes, mercados de flores, frutas y pregoneros de dulces y helados caseros.
Para los románticos, Mérida le complacerá con una serenata en Santa Lucía; en Santiago con sus bailes con orquesta y en La Mejorada con un magnífico ex-convento colonial y un ex-cuartel militar abiertos para compartir su historia.
Desde la Plaza Grande, eje del continuo ir y venir de caminantes, punto de confluencia de una amplia variedad de personajes meridanos, apreciará la intensidad de la capital cultural de la Península de Yucatán.
Más información: Comité del Carnaval de Mérida