Cuenta la leyenda que, de entre todos los lugares del Mediterráneo donde Afrodita, la diosa más querida del Olimpo, pudo elegir para tentar a los hombres, fue Chipre el elegido. Tenía todo lo que la diosa del amor, la belleza y la fertilidad podía pedir: un mar transparente, una naturaleza virgen, gente familiarizada con las aventuras terrenales de los dioses…
En efecto, hoy milenios después, la isla más oriental del Mare Nostrum, la tercera más grande, la única dividida en dos naciones, está llena de lugares que rememoran el paso de la diosa. Aquí está, en medio del tramo más bello del litoral de Chipre entre Pafos y Limasol, la Roca de Afrodita, el punto exacto donde la diosa emergió de las aguas en una concha tirada por delfines.
Es un conjunto de tres extrañas rocas, de naturaleza inhabitual en la zona, próxima a una playa con guijarros. En primavera y en verano el lugar se llena de grupos de turistas que fotografían incansables las tres míticas rocas. Los más atrevidos dan una o varias vueltas nadando alrededor de la roca confiando en que, según la tradición, rejuvenecerán un año por cada vuelta.
También están por aquí los Baños de Afrodita, junto a la bahía de Lara, varios templos dedicados a ella como el de Palepafos (Pafos) y a algunos de sus variados amantes (Ares, Adonis…) o hijos (Eros, Hermafrodita, Príapo, Eneas…).
Visitantes ilustres a Chipre
Si uno cree en la presencia de dioses y héroes del Olimpo, no puede dudar de la de otros ilustres visitantes, haya o no pruebas de ello. Como Santa Elena, la madre del emperador Constantino, que se trajo «por error» porque creía que estaba en Grecia, un pedazo del lignum crucis, que se venera en la iglesia de la Santa Cruz, en el pintoresco pueblo de Lefkara que también, al parecer, fue visitado por el mismísimo Leonardo da Vinci en 1481 para encargar un mantel de encaje para el altar del Duomo de Milán donde aún se encuentra y, de paso, diseñar un dibujo de encaje que casi todas las habitantes de la villa se afanan en reproducir para venderlo a los turistas.
Aquí llegó también Ricardo Corazón de León un tanto molesto porque habían hecho prisioneras a su hermana y a su prometida cuando iban acompañándolo camino de las Cruzadas y el barco en que navegaban naufragó. Encarceló al príncipe bizantino Isaac Kemnecos que cometió la infamia, destrozó a su ejército y ocupó Chipre. Luego, más calmado, se casó con Berenguela de Navarra, la hizo reina de Inglaterra y, cuando se cansó, vendió la isla a los caballeros templarios.
La lista de ilustres ocupa buena parte del santoral, no en vano se ha llamado a Chipre «la isla de los santos». Uno de los grandes, Pablo, fue quien introdujo el cristianismo en el siglo I; San Lázaro murió, y esta vez no fue resucitado por Cristo, en Kition, donde fue obispo y está enterrado, aunque algunas de sus reliquias fueron a parar a Constantinopla y hoy se veneran en la catedral de Marsella.
Los santos Antonio, Bernabé, Hilarión, Jaime, Jorge, Juan, Miguel, Neófito, Nicolás y Teodoro, entre otros, tienen sus respectivas iglesias a lo largo y ancho de Chipre. Y muchas de esas iglesias, en su mayoría bizantinas y consagradas al rito ortodoxo, son algunas de las maravillas que pueden descubrirse en la isla. En los valles umbríos y boscosos de la cordillera de Troodos, en el centro de la isla, se esconden pequeñas iglesias bizantinas que son auténticos tesoros por sus pinturas e iconos.
Diez de ellas han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Aunque cada una es diferente, todas siguen un cierto canon ortodoxo y se dividen según un orden teológico. La cúpula simboliza el Cielo, presidido por la imagen de Cristo pantocrátor, Rey del Mundo, rodeado de arcángeles y profetas. Debajo se suceden las principales escenas del Nuevo Testamento, con los santos y los padres de la Iglesia. El ábside situado tras el altar es el lugar reservado para la imagen de la Virgen con el Niño. En el pórtico, sobre la salida, se describe el Juicio Final.
Tal vez una de las más bellas, que bien podría ser calificada como «la capilla Sextina chipriota», es la de Agios Nikolaos tis Stegis (San Nicolás del Tejado) con un curioso tejado doble que le da nombre. Su estructura original es del siglo XI y en su interior, totalmente recubierto de imágenes, están algunas de las pinturas más antiguas de toda la región de Troodos. Se pintaron entre los siglos XI y XV y muestran la evolución del arte religioso ortodoxo.
Marcados contrastes
Con una superficie de 9.250 kilómetros cuadrados (algo más que la Comunidad de Madrid), Chipre ofrece numerosos contrastes en muy poca distancia. En lo histórico y arquitectónico se pasa de las ruinas de antiguas ciudades griegas y romanas como Pafos (Patrimonio de la Humanidad), Kourion, Amathous, Kition, Soli o Salamina con restos de templos, basílicas, termas, palestras y palacios, a buenos ejemplos de arquitectura colonial, como el bello Museo de la Fundación Pierides en Lárnaca, que es en sí mismo un buen escaparate de la historia de la isla desde el período neolítico a la Edad Media.
Y pasando, claro está, por la arquitectura medieval, como las catedrales y los anillos defensivos de Famagusta y Nicosia, cuyas poderosas fortificaciones repelieron los ataques otomanos durante casi un año, o por la islámica y bizantina que han permitido que hoy se disfruten mezquitas y caravasares como Hala Sultan Tekke donde reposa una tía de Mahoma o el Büyük Han, y ermitas y monasterios como el espectacular Kykkos o el de Panagia Chrysorrogiatissa que conserva un icono pintado, al parecer, por el evangelista San Lucas.
Chipre es también tierra de contrastes en su orografía y naturaleza. En apenas unas horas se puede pasar del litoral con bonitas y cuidadas playas como las de Makronisos, Landa y Nissi o las que se encuentran en la bahía de Famagusta y en la península de Afamas, entre las más bellas y salvajes de la isla, al paisaje agreste de la península de Karpas o los bosques de pinos y cedros del macizo volcánico de Troodos. Incluso en la cara noreste del Monte Olimpo, en la zona más alta de la isla, hay una modesta estación de esquí.
Y ya que hablamos de contrastes, un breve repaso a la gastronomía de Chipre permitirá apreciar que también en este aspecto existen. La cocina chipriota es una mezcla de las cocinas griega y turca con algunas influencias británicas. Casi todas las comidas suelen empezar, y a veces también terminar, con el meze, una selección de aperitivos y platos que incluye aceitunas, berenjenas, alcaparras, pimientos fritos, tomates, loukanika (salchicha ahumada), tzatziki (pasta de yogur y pepinos), humus de distintos tipos y muchas cosas más, hasta completar 15 o 20 variedades.
En la costa preparan algo parecido a base de pescados y mariscos. Se suele acompañar con la rica cerveza local (en botellas de 2/3 de litro) y algunos vinos aceptables y terminar con el contundente aguardiente zivania y el típico café chipriota, con los pozos en el fondo.
Un breve repaso a la gastronomía permitirá apreciar que la cocina chipriota es una mezcla de las cocinas griega y turca con algunas influencias británicas.
Cómo llegar a Chipre:
De la ciudad de México por vía directa en la aerolínea Emirates a la ciudad de Pafos o Lárnaca en el sur de Chipre o de España a Lárnaca por la aerolínea de bajo costo Ryanair desde Girona.
Dónde hospedarse:
Lo más práctico es elegir un hotel en alguna de las ciudades más importantes de Chipre, especialmente en el sur, y realizar excursiones o recorridos desde ellas.
En Lárnaca una buena opción es Lordos Beach que ofrece un paquete especial de siete noches, desayunos, traslados al aeropuerto y varias atenciones. www.lordosbeach.com.cy
En Pafos, el excelente y moderno hotel Almyra, Si se quiere una opción económica en el interior, es aconsejable el hotel Rodon en Agros, en la región de Troodos.
Más información: Visit Chipre