Aguascalientes ha visto transcurrir buena parte de su historia entre haciendas agrícolas y ferrocarriles, deshilados, artesanías, museos, platillos típicos, barrios de leyenda y una gran variedad de paisajes. Todas estas son algunas de sus cartas de presentación, cuyo as es la tradicional Feria de San Marcos.
Una mirada al pasado
El origen de la Ciudad de Aguascalientes se debe en primera instancia a una cédula real que le concede el carácter de Villa de la Asunción el 22 de octubre de 1575 en un antiguo valle conocido como de los Remedios, de donde emanaban aguas termales y que era llamado Ojo caliente o el lugar de las Aguas Calientes, punto casi obligado de descanso y protección para los buscadores de plata en las largas jornadas de Zacatecas a la Ciudad de México o a Guadalajara.
La fortuna de la villa estuvo vinculada a la suerte de las minas zacatecanas, como proveedor de alimentos a la ciudad real de la plata. Es a partir del siglo XVIII que esta localidad desarrolla un orden urbano en función de la Plaza Mayor o Plaza de Armas, y de cuya época data la actual Catedral, la antigua casa del mayorazgo Rincón Gallardo (hoy Palacio de Gobierno).
Al término de la Independencia, Zacatecas le otorgó a la Villa de Aguascalientes el prestigiado título de ciudad, en 1816. Años más tarde, en 1835, la nueva provincia logró su separación de Zacatecas gracias, según cuenta una leyenda, a los encantos y al beso que le concediera Doña Luisa Fernández Villa de García Rojas al General Antonio López de Santa Ana.
Lo cierto es que Santa Ana vino a combatir el separatismo zacatecano frente a la naciente República, hecho por el cual divide a esta entidad, otorgándole el carácter de estado soberano a Aguascalientes en mayo de 1835, aunque no adquiriría tal condición de manera permanente hasta la Constitución de 1857.
Poco tiempo después, con la llegada del Ferrocarril a finales del siglo XIX, comenzó a desarrollar una primacía comercial e industrial a nivel regional que hasta la fecha la caracteriza, y a perfilar su paisaje urbanístico en buena medida gracias a los trabajos de Refugio Reyes, arquitecto autodidacta quien supo plasmar y combinar estilos como el modernista, el neogótico y el art nouveau, y a quien se deben obras como el templo de San Antonio, los antiguos hoteles Francia y París, el Museo Regional de Historia y el Archivo Histórico del Estado.
La Revolución mexicana también dejo su huella por la entidad, principalmente en la arquitectura Art decó de los años treinta y cuarenta.
José Guadalupe Posada, hijo ilustre de Aguascalientes
Hijo de Germán Posada Serna y Petra Aguilar Portillo, José Guadalupe Posada (1852-1913) nació precisamente en el barrio de San Marcos en 1852. Forjado en la Academia de Artes y Oficios de la ciudad, desde muy joven se dedicó al dibujo satírico, cuyos grabados aparecieron en la publicación El Jicote, motivo por el cual tuvo que abandonar Aguascalientes para radicar en León, Guanajuato.
El ingenio de Posada lo llevó a crear a un personaje que hoy forma parte del folklore mexicano: La Catrina, calavera que junto con otros esqueletos, ejerció una aguda crítica del México de finales del siglo XIX y principios del XX.
Su talento y originalidad son reconocidos no solamente en nuestro país sino en el mundo entero.
De interés citadino
Recorrer las calles y plazas de Aguascalientes es todo un deleite, no solamente por la tranquilidad que se respira al caminar, sino por la historia que muchas de estas construcciones guardan en su interior.
Un ejemplo de ello es el actual Palacio Legislativo, edificio que en un principio fue uno de los hoteles más elegantes de la ciudad y cuyo arquitecto fue Refugio Reyes Rivas.
Otra es el Palacio de Gobierno, magnífica obra del siglo XVIII y cuya fachada de tezontle rojo se conjuga armoniosamente con balcones tallados en cantera rosa; tiene en su interior 111 arcos de medio punto y en sus paredes, murales del pintor chileno Oswaldo Barrera Cunningham, discípulo de Diego Rivera.
Frente a él, esta la Plaza de la Patria, en cuyo centro se haya la Exedra, columna jónica erigida por Manuel Tolsá en honor a Carlos IV, coronada por una escultura de Fernando VII, misma que fue sustituida por un águila devorando una serpiente después de la Independencia de México.
A un costado se yergue la Catedral, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, construcción de l siglo XVIII de estilo barroco-salomónico, que resguarda obras pictóricas de Miguel Cabrera, Juan Correa y José de Alcíbar.
Otra muestra de arte sacro es la iglesia de San Diego, con su sacristía y capilla circular. El Templo de la Tercera Orden, edificado en 1740, luce escenas de la vida de San Francisco en su interior.
El Templo del Señor del Encino del siglo XVIII, de fachada barroca y con un vía crucis pintado por Andrés López, así como el de Guadalupe, con su cúpula recubierta de Azulejos de talavera, valiosas pinturas y el púlpito de tecali, son dignos de visitarse.
Mención aparte merece el Templo de San Antonio, de hermosa fachada de cantera amarilla y rosa. Dentro de él, se encuentra un elaborado trabajo de ebanistería, un órgano alemán e imágenes sacras procedentes de Italia. Este conjunto es celosamente resguardado por los aguascalentenses, que lo consideran uno de sus mayores tesoros.
Un par de sitios a los cuales los habitantes de la ciudad tienen especial afecto, por haber formado parte de la vida de todos, son los Baños Grandes de Ojo caliente y Los Arquitos, mejor conocidos como los Baños de Abajo. El primero era el sitio de relajación de los ricos hacendados de la región, debido a que durante la época colonial solían formarse charcas y acequias naturales con las aguas cálidas que brotaban de un manantial, al cual deben su nombre y que durante mucho tiempo fue el principal suministro de agua de la urbe.
Los Baños de Abajo, construidos en 1821 para el resto de la población, contaban con un hotel, el San Carlos, trece placeres o tinas, cuatro baños al aire libre, una huerta, un conjunto de lavaderos públicos y una alberca conocida como «La Puga». Hoy en día, es el Centro Cultural Los Arquitos.
Para conocer un poco más de lo que fue la pujante industria ferrocarrilera que vio surgir a Aguascalientes, es necesario dirigirse a la Estación Alameda, lugar desde donde se abordaba este medio de transporte hacia distintas partes de la República Mexicana. Hoy en día, en este sitio se levanta la Plaza de las Tres Centurias, que debe su nombre a que la arquitectura de sus edificios data de tres épocas diferentes: los siglos XIX, XX y XXI. La Plaza cuenta con instalaciones para recrearse como el Jardín de la Estación, donde se puede pasear y escuchar música por las tardes; la locomotora, ubicada en la entrada y a la que se le denomina de cariño La Hidrocálida; las Fuentes Danzarinas, consideradas de las más grandes de América latina porque alcanzan hasta los 12 metros de altura mientras son iluminadas por decenas de coloridas luces; el Reloj Monumental y el Asta Bandera, la más grande de todo Aguascalientes, posible de ver desde el Centro Histórico. La plaza está abierta de martes a domingo de 10:00 a 21:00 hrs.
El fino arte de deshilar
Uno de los sellos distintivos de Aguascalientes son sus deshilados, donde la habilidad de mujeres, se conjuga para crear los más finos bordados, con formas y figuras geométricamente perfectas.
Originario de Flandes y Venecia, este arte llego junto con las primeras pobladoras hispanas a estas tierras. Rápidamente, las indígenas adoptaron esta técnica con la cual recrearon un mundo de aves, flores y frutas, entre otras cosas.
En la actualidad, es posible ver a las mujeres de municipios como Calvillo, bordar sus telas blancas para dar forma a blusas, vestidos, manteles, servilletas, cortinas y carpetas, así como otros artículos de uso cotidiano, a las puertas de sus casas, en medio del aroma de las guayabas, sin preparación alguna, ya que esta técnica no se aprende mediante libros o revistas, sino de generación en generación…
Gastronomía hidrocálida
Para saciar el apetito, no hay nada mejor que paladear la tradicional gastronomía hidrocálida.
Qué mejor para abrir boca que unos taquitos dorados, rellenos de papa y bañados en salsa de jitomate, para luego continuar con una sabrosa sopa de tortilla y unas exquisitas Enchiladas Esthela, o bien un rico pozole estilo Aguascalientes.
Y para endulzar la comida, nada mejor que dulces de Calvillo, hechos con la materia prima del municipio: la guayaba. Copitos de leche, guayabates, rollos de guayaba con cajeta y nuez, jaleas, mermeladas, empanadas y galletas harán la delicia de chicos y grandes.
Aguascalientes podrá ser un estado pequeño en extensión, pero grande en cuanto a atractivos. Sin duda, el plato principal es la Feria Nacional de San Marcos, pero existen infinidad de opciones para visitarla todo el año. Descúbrala.
Más información: Viva Aguscalientes