La columna de la Independencia se localiza en la glorieta más grande del Paseo de la Reforma, en el cruce de Avenida Reforma con Florencia y Rio Tíber, en la Ciudad de México. Su cara principal está orientada hacia el centro de la ciudad y cuenta con la peculiaridad de encontrarse casi frente a la embajada norteamericana. Queda la reflexión, además de pensar en los actuales problemas de vialidad citadina, si las autoridades porfiristas o callistas imaginaron los inconvenientes de haber dedicado ese monumento devenido en mausoleo en una céntrica glorieta de difícil acceso, salvo por la interrupción del tráfico ante concentraciones políticas o futboleras.
Sin duda, la visita a este monumento es una buena oportunidad de disfrutar del patrimonio cultural y la riqueza histórica existente en esta nuestra bella ciudad capital.
La columna tiene como antecedente el acuerdo del 23 de agosto de 1877 por el cual el gobierno acordó erigir, mediante concurso público, «un lugar sobresaliente de la capital», un monumento que simbolizara y perpetuase nuestra independencia. Hubo dos intentos: en 1878 y en 1886, ganando éste unos norteamericanos (Clus y Shultze), pero se suspendió el proyecto hasta que en 1900 se retomó la idea, ganando el proyecto el arquitecto Antonio Rivas Mercado, quién se inspiró para su construcción en las correspondientes columnas de la Victoria de Berlín, el monumento a Colón en Barcelona, la de la Place Vendome en París, en la Alejandrina en San Petersburgo y la de Alejandro en Alejandría.
Se puso la primera piedra el 2 de enero de 1902 pero se inauguró oficialmente el 16 de septiembre de 1910 para las fiestas conmemorativas de la Independencia. Después de ese boiato sólo hubo noticias del ahora conocido como “Ángel de la Independencia” al caerse el 28 de julio de 1957 por un incruento temblor, pero finalmente se reconstruyeron tanto la escultura como la columna y se reinauguraron el 16 de septiembre de 1958.
Los huéspedes de la columna
Después de la captura y fusilamientos de Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo en Chihuahua, sus restos mortales se dispersaron entre Chihuahua y Guanajuato hasta el año de 1823, cuando el Congreso decretó honrar la memoria de los «beneméritos de la patria en grado heroico» incluyéndolos junto a los de José María Teclo Morelos, Mariano Matamoros, Leonardo y Miguel Bravo, Hermenegildo Galeana, José Mariano Jiménez, Francisco Javier Mina, Pedro Moreno y Víctor Rosales y para tal motivo había que efectuar el «desagravio de sus cenizas» exhumando sus restos para traerlos a la Catedral Metropolitana en una ceremonia solemne el 17 de septiembre de 1823.
Hay veracidad en la ubicación y traslado de los cráneos de los sacrificados en Chihuahua ya que éstos fueron expuestos en la ciudad de Guanajuato en jaulas de hierro en la alhóndiga de Granaditas por diez años para escarmiento público, pero respecto de sus otros restos hay confusiones lamentables por falta de información sobre las características de la ceremonias de las exhumaciones.
En 1895, cuando sus reliquias se trasladaron a la capilla de San José en la Catedral Metropolitana, observaron respecto del cráneo de Hidalgo que tenía un impacto de bala, con lo que se ponía en duda la versión de que no le habían disparado en la cabeza porque así fue ordenado para poder exhibirla en la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato.
Tampoco se localizaron los restos de Hermenegildo Galeana ni los de Mariano Abasolo, por haber muerto éste en el exilio, en España, sin saberse el paradero final. Sobre los restos de Pedro Moreno, sólo se enviaron a la capital el tronco y sus extremidades, que se sabía estaban en la hacienda de la Tlachiquera, y sobre los huesos de Francisco Xavier Mina, se sabe que éstos se exhumaron del camposanto de Pénjamo y que de ahí se mandaron a la ciudad de México.
Sobre los restos de Mariano Matamoros, Miguel Bravo y Víctor Rosales no hay registro de su exhumación ni de cómo llegaron a la capital. Sin embargo, constan sus nombres en la descripción de la solemne ceremonia del depósito de todas las cenizas en la catedral, si bien cuando los sacaron de ahí mucho tiempo después ya no fue mencionado Rosales. Respecto de los restos de José María Teclo Morelos y Pavón, una conseja nos dice que su hijo, Juan Nepomuceno Almonte, a la caída del gobierno de Maximiliano, huyó del país llevándose los restos de su padre con rumbo a Francia; investigaciones recientes han dado con los restos de Almonte pero no así los de su señor padre, el Gran Siervo de la Nación.
Los restos de Vicente Guerrero recorrieron un largo camino desde Cuilapan, ciudad de Oaxaca, hasta llegar a la ciudad de México, haciendo escala en los Colegios de San Gregorio, Colegio de San Pedro y San Pablo, Templo de Loreto, Panteón de San Fernando y finalmente la columna de la Independencia.
Respecto a los restos de José Manuel Ramón Adaucto Fernández y Félix, quién prefirió ser nombrado como Guadalupe Victoria, su cadáver reposó en Perote casi veinte años y luego de un traslado temporal a Puebla llegaron en 1925 a la columna de la independencia.
Finalmente, desde 1925, las reliquias de la mayoría de los héroes insurgentes descansan en la columna de la independencia, según lo ordenado por el presidente Plutarco Elías Calles quién tomó la decisión de trasladarlos del recinto religioso de catedral a un sitio seglar como lo era la referida Columna, en una ceremonia que tuvo lugar el 16 de septiembre de 1925, en el 115 aniversario glorioso del inicio del proceso de emancipación.
La Columna de la Independencia es un bello y curioso sitio público reservado para visita y contemplar las urnas mortuorias de los héroes insurgentes que lucharon para liberarnos de la dependencia política de España en el siglo XIX, lo que la transforma en un filón político, turístico y cultural al sugerir ante propios y extraños las raíces de nuestra identidad política y cultural.
De siempre es sabido que ha sido una buena estrategia contar con los despojos mortales o reliquias y de los objetos de los seres admirados que les pertenecieron o que estuvieron en contacto con ellos. Históricamente la necesidad de resguardar reliquias es muy antigua porque además de la contemplación, en ocasiones se les han atribuido propiedades mágicas, portadoras del poder, la santidad o el valor de los hombres y mujeres que alguna vez los encarnaron.
La columna de la independencia
La columna tritóstila, en sí mide 36 metros de altura y una vez sumada la altura del grupo escultórico que la corona, alcanza los 45 metros, es de acero y está recubierta con piezas labradas de cantera de Chiluca.
Es rica en decoración y simbolismos. En el conjunto escultórico del basamento, destaca una estatua de mármol de Carrara que está al centro que mide 4.20m de altura y pesa 4 toneladas y que fue realizada por el escultor italiano Enrique Alciati y que representa la apoteosis de Don Miguel Hidalgo con su estandarte guadalupano. Está escoltado por dos estatuas de mármol de género femenino que representan: la Historia, sosteniendo un libro donde escribe sus hazañas, y la Patria, que le ofrenda una corona de laurel simbolizando la victoria.
También se observan las estatuas de José María Teclo Morelos, Vicente Guerrero, Francisco Javier Mina, Nicolás Bravo, todas de casi cuatro metros de altura y 3 y media toneladas. También existen cuatro estatuas sedentes que representan la Ley, la Paz, la Justicia y la Guerra y las del llamado popularmente Ángel, el León y el Niño.
Un elemento importante es el observado al centro, en la parte posterior, que es el propileo o Lámpara Votiva, encendida perenemente en honor eterno a nuestros héroes Independentistas; fue instalada por decreto presidencial de Emilio Portes Gil, el 6 de abril de 1929.
A la fecha resulta extraño saber que personajes de la talla de Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Matamoros, Hermenegildo Galeana y otros no tienen allí una estatua. Además pocos saben que existe una estatua dentro del mausoleo perteneciente al irlandés Guillén de Lampart quién llegó a la Nueva España en 1640 y que dicen se autoproclamó rey libertador de México. La razón exacta por la que fue colocada esta estatua en un sitio tan especial, se desconoce y su estatua sigue provocando polémica, pero a la fecha está ahí.
La escultura alada
Este inmueble patrimonial está basada en la escultura de “La Victoria de Samotracia o Victoria Alada” resguardada en el Museo del Louvre. La pieza es del escultor italiano Enrique Alciati, quien llevó los modelos de yeso a Florencia, Italia, para hacer el vaciado en bronce a la «cera perdida», pero participó en el diseño el arquitecto Jesús Contreras. Es de bronce con recubrimiento de oro y mide cerca de ocho metros de altura y pesa cerca de nueve toneladas; en una mano sostiene la corona de laurel símbolo de la victoria y en la otra una cadena con eslabones rotos, símbolo del fin de la dominación española. Se sustenta sobre la plataforma de la columna.
Ernesta Robles fue la dama que posó sólo con su rostro y sus piernas para la escultura del popularmente conocido Ángel de la Independencia.
Es un icono de la ciudad y de todo México; es conocido por su historia y anécdotas, pero no debemos acostumbrarnos a mirarlo de paso, habrá que meditar sobre la historia que guarda, motivo de que hoy gocemos de soberanía.
Más información: Columna de la Independencia. INAH