En esta franja costera de Jalisco, conocida como Costalegre, se sucede una interminable cantidad de centros de hospedaje, de todos los precios, que no ofrecen más que descanso, mar y bellezas naturales. ¿Es necesario algo más?
Hace más de cuarenta años, Agustín Yáñez escribió una novela en la cual habla de una franja costera que se encuentra en algún lugar de México. El escritor tapatío narró la belleza y riqueza del lugar y la llamó «La Tierra Pródiga». Hoy, hay quien afirma que esas playas se reparten entre Jalisco y Colima y que son el corredor al que se le denomina la Costalegre.
Situada entre dos de los principales destinos de playa de México (PuertoVallarta y Manzanillo), la Costalegre se ha convertido en un reducto de pequeños hoteles que van apareciendo a lo largo de 160 kilómetros de vegetación exuberante en época de lluvias y agreste en el estiaje, pero salpicado de verdor en las orillas de los ríos que cruzan los caminos.
Hotelería
Al recorrerla, a través de la carretera costera No. 200, el viajero va descubriendo bahías, esteros, montañas, caletas, acantilados y playas solitarias sin más qué ofrecer que su belleza intrínseca, su quietud y su lejanía de todo. Y precisamente este entorno es el que ha hecho de la Costalegre el refugio de unos cuantos, ya que varios de los hoteles que aquí han ido surgiendo son refugios de pocas habitaciones, con un alto nivel de servicio e instalaciones, pero elevados costos.
Uno de ellos es Punta Serena, de 24 habitaciones, ubicado en la Bahía de Tenacatita. Es un hotel Spa, exclusivo para adultos, que originalmente fue construido como centro de descanso de los dirigentes del Sindicato Nacional Azucarero, aunque hoy ya está abierto a todo el público.
Para sus agremiados de rango más bajo, esta organización sindical construyó al lado el Blue Bay Los Ángeles Locos, de menor nivel, con servicio Todo Incluido y precios más accesibles.
Otro es El Careyes, sofisticado hotel de arquitectura mediterránea y poco más de cincuenta cuartos, que en un tiempo fue operado por Starwood y formó parte de The Luxury Collection, pero hace dos años fue comprado por Yellowstone Club World Resort. Pero el más espectacular es El Tamarindo, operado por la misma empresa que El Careyes y que en un mundo de novecientas hectáreas de bosque tropical, únicamente cuenta con 29 villas. Son pocas, pero excepcionales, con jardín, jacuzzi y alberca privados cada una. Otras tienen paredes corredizas para que la cama prácticamente quede a unos metros de la arena de la playa.
Cuando estas dos propiedades eran operadas por Starwood, el dueño era el banquero Roberto Hernández; hoy, los precios de Careyes van de 299 a mil 185 dólares diarios por persona, dependiendo de la temporada y la habitación, más 17% de impuestos y 5% de servicio; en El Tamarindo, sus tarifas van de los 8,130 a 14,668 pesos por noche, ya con impuestos incluidos. En los dos estos precios son bajo el plan europeo.
Paraíso aislado del mundo por un universo selvático, llegar desde el camino que comienza en la desviación de la carretera, hasta la enorme palapa que sirve como recepción, toma más de veinte minutos sobre un sendero marcado con piedras de río.
El Tamarindo es llamado así porque en esa inmensidad vegetal solamente existe un árbol de tamarindo; cuenta también con dos casas: la Casa Cruz, donde se pueden hospedar catorce personas a un costo de 3,500 dólares al día; y Las Terrazas, que fue diseñada para grupos de jóvenes, cuya tarifa asciende a 4,500 dólares por noche y lo mejor de todo es que estos precios incluyen comidas y servicios.
Pero lo que más distingue a este hotel es un espectacular campo de golf de 18 hoyos, diseñado por Robert Trend Jr., cuyos greens frente al mar, la selva y los acantilados, lo sitúan más allá de lo común.
No obstante, aparte se cuece Las Alamandas, donde no puede haber más de treinta huéspedes al mismo tiempo y, a pesar de contar solamente con seis habitaciones, posee pista privada de aterrizaje, de un kilómetro de largo, para aviones pequeños. Es un hotel boutique con todas las comodidades. Suele ser alquilado completamente por millonarios, celebridades y estrellas de Hollywood, como Robert de Niro, para descansar con sus amigos o celebrar cumpleaños en la mayor privacidad.
A lo largo de la Costalegre se distribuyen los exclusivos hoteles mencionados, entre los que también se cuenta la Casita de las Flores, el Hotelito Desconocido, la Casa Azul y el Rancho Cuixmala, considerados de Clase Especial. Pero no todos son así. En realidad, esta franja costera de Jalisco ofrece una buena variedad de centros de hospedaje, para todas las posibilidades.
Pero no todo son hoteles exclusivos, entre los de cuatro estrellas se encuentran los hoteles: Alondra, Cabo Blanco, Las Villitas, El Marqués, Royal y Misión San Ángel, todos con magníficas instalaciones y hay hoteles hasta de una estrella.
La ubicación geográfica de estos hoteles prácticamente obliga al viajero a recorrer un tramo de carretera después de bajar del avión, ya que para llegar a cualquiera de ellos debe volar a Puerto Vallarta o a Manzanillo -que queda más cerca-, y de ahí recorrer de treinta a cincuenta minutos por carretera, dependiendo en dónde se vaya a hospedar.
Todos son hoteles de descanso, sin vida nocturna propia, por lo que si pretendes divertirte fuera durante la noche, debes alquilar un taxi que te lleve a Manzanillo, pagando por lo menos cien dólares tanto de ida como de regreso. Pero para qué salir, si la tranquilidad y el descanso que buscan los viajeros que visitan la Costalegre está en sus playas y su mar, y en el disfrute exclusivo de sus noches silenciosas.
Y mucho más
La Costalegre se encuentra divida en seis zonas, diferenciadas entre sí por sus características geográficas, arquitectura y las actividades que pueden desarrollarse en cada una de ellas: Bahía de Navidad, Bahía de Tenacatita, Costa Careyes, Bahía de Chamela, Costa Majahuas y Cabo Corrientes.
En ellas hay bellas playas como la Boca de Tomatlán, Mayto, Tehuamixtle, Quémaro, Punta Pérula y muchas más, así como atractivos que van desde campamentos tortugueros hasta bellas islas como Isla Pajarera, pueblos maravillosos como San Patricio Melaque, lugares históricos como Bahía de Navidad (de donde partió al mando de Legazpi la expedición que encontró el regreso de Asia por mar, ruta conocida como el ”tornaviaje”), áreas protegidas como la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán o Chamela Cuixmala, en fin de todo para disfrutar.