Regularmente escuchamos decir que los mayas desaparecieron misteriosamente, que abandonaron sus ciudades y hay quienes afirman que viajaron hacia otra dimensión.
Sin embargo, actualmente en México, Guatemala, Belice, El Salvador y Honduras, se hablan 33 idiomas mayas, en Guatemala el 65% de la población es descendiente de pueblos mayas, en Chiapas se hablan 7 idiomas mayas y, en el norte de la Península de Yucatán hay un millón y medio de maya-parlantes, a todas luces, los mayas no desaparecieron, evolucionaron.
¿Por qué entonces existe la creencia de que los mayas desaparecieron? Esta errónea interpretación de la historia Maya surgió a raíz de resultados parciales de investigaciones que se realizaron el siglo pasado en algunas ciudades mayas -como Aguateca– en las que pareciera que improvisamente sus habitantes se esfumaron, abandonando su ciudad y sus objetos. La actual lectura e interpretación de las inscripciones mayas nos confirma que así fue, pero los mayas no ingresaron a una dimensión paralela, sino que huyeron para salvar sus vidas del ataque de sus enemigos.
Cuando Chak Xib’ Chaak se ausentó
En el libro Las Grandes Sequías Mayas, el investigador Richardson B. Gill, presenta los resultados de sus estudios paleoclimáticos, es decir, que se refieren al clima de los tiempos históricos a través del análisis del polen, dichos estudios fueron realizados en el año 2000 en la Laguna de Chichancanab y también analizó con rigor científico 88 diferentes teorías y subteorías sobre los factores que determinaron las decadencias culturales de los mayas.
Gill concluyó que antes de la llegada de los españoles, los mayas tuvieron cuatro desastres demográficos. El primero aconteció durante el periodo llamado Preclásico, entre los años 200 y 150 a.C y provocó el abandono de las gigantescas ciudades de la Cuenca de El Mirador; el segundo fue entre los años 535 y 595, arco de tiempo que coincide con el periodo de los conflictos y la guerra entre las superpotencias Tikal y Calakmul; el tercero sucedió entre los años 760 y 930 justo cuando concluyó el periodo Clásico y el último de 1450 a 1454, fechas que coinciden con la decadencia de las ciudades del norte de Yucatán.
Los colapsos culturales mayas fueron el resultado de prolongadas sequías que provocaron hambrunas, enfermedades y epidemias. Los mayas históricos no almacenaban alimentos y aún quienes así lo hicieron, como los mexicas (aztecas), sufrieron igualmente los efectos de la sequía y entre 1450 y 1454, el tlatoani mexica Moctezuma Ilhuicamina, tuvo que decir a los habitantes de Tenochtitlán que las reservas de alimentos se habían acabado y que tenían que abandonar la ciudad. Alvarado Tezozomoc cuenta que muchos se vendieron como esclavos en otras regiones para alimentarse y sobrevivir.
Los mayas nunca pudieron irrigar sus tierras porque los ríos en la Península de Yucatán se localizan a 20 metros de profundidad, en el Petén vivieron del agua de lluvia recolectada en aguadas y las ciudades de las riveras de los ríos no desviaron el curso de las aguas. Cultivaron una tierra calcárea carente de nutrientes, debieron quemar la selva para obtener fertilizantes y sembraron maíz entre las piedras.
El Dios de la lluvia fue llamado Chak Xib’ Chaak (el Primer Hacedor Rojo), moraba en el Xibalbá que es un espacio sagrado situado en el fondo de la tierra, los mayas se comunicaban con él a través de los cenotes y las oquedades; según la cosmogonía maya, del interior de los cenotes y de la cuevas surgía el hálito del Dios de la Lluvia que se condensaba en el cielo y descendía en forma de lluvia.
En un cenote que nunca había sido explorado en Chichén-Itzá, recientemente un equipo de profesionales dirigidos por el arqueólogo subacuático Guillermo de Anda, localizó dos ofrendas mortuorias en las oquedades de los costados del cenote, la primera se ubica a 20 metros de profundidad y la segunda a 50 metros, extraordinario descubrimiento que nos permite constatar que durante las sequías de los Colapsos Mayas, el nivel del manto friático descendió a niveles insospechados.
Ciudades sin palabras
Las sequías provocaron también disturbios sociales y al final del siglo VII, inició La Guerra Mundial Maya en la que se perdieron los códigos y rituales de la guerra divina. Los mayas del periodo Clásico carecieron de ejércitos y los combates se escenificaban con grupos de “elite” que acechando irrumpían de noche los aposentos reales para capturar a sahalob’ (nobles mayas) Itzaob’ (hombres de conocimiento) y principalmente ahauob’ (reyes). Las batallas se realizaban de noche y coordinaban sus ataques con las apariciones del planeta Venus sobre el horizonte.
El Tercer Colapso Maya es situado por Richardson B. Gill entre los años 760 y 930, en aquellos tiempos de emergencia climática, las alianzas políticas se reblandecieron y fueron comunes las invasiones a ciudades y el exterminio de sus habitantes con la finalidad de hurtar bienes o posicionarse en lugares con acceso al agua.
Aguateca es un caso particular, al inicio del siglo IX fue abandonada y los invasores la quemaron pero no la habitaron a pesar de encontrarse en las cercanías de un afluente de agua, sus habitantes salieron de prisa, algunos artistas como los que vivían en la Casa de las Hachas se encontraban esculpiendo una estela y dejaron esparcidas por el área de trabajo 18 hachas pulidas de diferentes formas y tamaños; en la Casa del Nicho, se localizaron morteros con pigmentos que estaban utilizando para dibujar en papel amate y en otro cuarto elaboraban tocados de plumas para el ahauob’ de Aguateca, quien al igual que el resto de los integrantes de su corte, huyó de prisa abandonando sus quehaceres y pertenencias para salvar su vida de la furia de los invasores.
La Civilización Maya nos sorprende por la majestuosidad de sus pirámides, por su intrincada escritura jeroglífica y por los conocimientos astrológicos y matemáticos que aplicaron en sus precisos calendarios. Durante muchos años el significado de su escritura era todo un misterio y en ese escenario de vacío informativo, surgieron interpretaciones distorsionadas de la realidad histórica de los mayas; sin embargo, los estudios paleoclimáticos, epigráficos y arqueológicos, nos permiten entender ahora que los mayas no desaparecieron, más bien padecieron 4 colapsos, uno de ellos muy severo en el siglo IX que provocó el rompimiento de un orden político y la pérdida de comunicación con el Dios de la Lluvia, quien se negó a atender las súplicas humanas, aparecieron entonces las hambres, las guerras, las enfermedades, las epidemias y hubo mucha sed.
Ocurrieron desplazamientos e invasiones, la necesidad de sobrevivir condujo a excesos y barbarie, hacia el siglo X, el refinado mundo de los Señores de la Palabra había desaparecido, los mayas se renovaron fusionándose con poblaciones que emigraron desde el Altiplano y el nuevo orden religioso-político y militar estuvo dirigido por los Halach Uinicob’ (Hombres Verdaderos), si los nuevos fueron verdaderos significa que los ahuob’ se consideraron falsos porque simplemente los Dioses Mayas les retiraron la palabra.
Los mayas no desaparecieron, evolucionaron. Poseen un imaginario religioso con tendencia al sincretismo, podemos admirarnos con sus conocimientos matemáticos o sus impresionantes monumentos, pero igualmente revelador nos significa conocer sus pueblos y su rituales ligados a la naturaleza. Cuando visitamos las zonas arqueológicas y nos preguntamos sobre sus significantes, es prudente entonces observar a sus descendientes y reconocer en ellos la magia de la unicidad vuelta conciencia.
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