Lo de ayer
El 12 de julio de 1562 en la ciudad de Maní, Yucatán, el inquisidor Fray Diego de Landa quemó en un «Acto de Fe» la mayoría de los códices (libros sagrados) mayas. El agravio del inquisidor a la cultura universal fue tan escandaloso, que enfrentó un juicio en España, pero no fue castigado, se le exoneró cuando en un viaje a Barcelona sustentó su depredación histórica con una “Breve Papal” que puntualmente autorizaba a los “provinciales” -como él-, para que en nombre de la Fe ejercieran la función de inquisidores.
Cuatro años después, para expiar su culpa y con la voluntad de los ilustres nobles mayas: Juan Nachi Cocom y Gaspar Antonio Chi, dejó testimonio escrito de los usos y costumbres de los mayas del siglo XVI. Landa realizó una excelente interpretación de los calendarios pero se mostró poco generoso con la escritura.
Encontró múltiples dificultades para adaptar la fonética maya peninsular al concepto de vocales y consonantes castellanas y así nos legó tres tipos de “A”, dos “B”,“O”, “U”, “X” y “L”. Una de los dos “B”, se representa con un pie: camino en maya se dice “Beh” y en los códices del Altiplano y la Mixteca-Puebla, se representan con un pie descalzo a los caminos, peregrinaciones y andanzas con un pie… para los informantes mayas, el sonido de la consonante “B” pronunciada por Landa estaba mucho más cercano a la idea del “Beh” (camino) que a la de una consonante española.
Hoy sabemos que Fray Diego recopiló un silabario más que un abecedario y que la escritura maya se compone de signos logográficos (donde sus diseños se pronuncian como palabras, por ejemplo: la imagen de un jaguar, se pronuncia “Balam” que quiere decir jaguar) y de signos semánticos (donde diferentes signos se leen como diptongos y juntos forman palabras). Los escritores mayas combinaban dos tipos de signos y jugaban con el sentido de las palabras utilizando un lenguaje metafórico.
El Corpus
Los Peninsulares invadieron Yucatán cuando los mayas se encontraban en decadencia y el maya yucateco era lengua franca. Consumada la invasión, algunos mayas aprendieron a escribir con caracteres latinos y nos legaron sus historias, profecías, mitos y leyendas.
En algunas ciudades como Maní, Tizimín, Tusik, Kaua, Ixil y Chumayel se escribieron los libros que en su conjunto se conocen como “Los Libros del Chilam Balam”, su contenido plantea la naturaleza cíclica de la Historia y “La Cuenta de los Katunes”.
El Popol Vuh (“Libro de la Estera”) nos comparte la mitología y la historia tradicional de los poderosos mayas quiché de las tierras altas de Guatemala y es considerado una de las obras maestras de la Literatura Mesoamericana, resulta ser la transcripción de un desaparecido códice precolombino, el manuscrito se escribió originalmente en la ciudad de Utatlán en algún momento del siglo XVI y fue copiado en varias ocasiones, la versión más antigua se conserva en la Biblioteca Newberry de Chicago.
La suerte y la obstinación
En 1851 León de Rosny encontró un paquete que indicaba “Perez” entre un montón de papeles que estaban arrumbados junto a una chimenea, contenía un fragmento de un códice maya que había perdido su capa de cal y se había desdibujado parte de su contenido, sin embargo, aún son visibles las representaciones zodiacales de 7 de los trece animales míticos del cielo maya. Actualmente se le conoce como Códice París. En 1860 apareció la mitad del que llaman Códice Madrid, es un libro de horóscopos, ritos propiciatorios, adivinaciones y otros elementos vitales en la liturgia de los sacerdotes mayas.
En 1869 el abate flamenco Charles Brasseur de Bourbourg ejercía su oficio en la parroquia de Rabinal localizada en la zona maya-quiché de Guatemala. El abate se aficionó al estudio de los manuscritos mayas y recopiló el Popol Vuh, el Diccionario de Motul, la Relación de las cosas de Yucatán y la otra mitad -llamada Tro-, del Códice Madrid.
Con toda esta información de primera mano, Brasseur identificó en la escritura jeroglífica maya los signos de día y de mes, así como el sistema numérico donde un punto equivale a una unidad y una barra al número cinco, Tropezó amargamente cuando aplicó el “abecedario de Landa” para intentar traducir los jeroglíficos mayas de los códices que estudiaba.
Nunca es tarde para iniciar una búsqueda eterna, así que a los 58 años, Ernst Förstemann decidió estudiar la iconografía de los códices mayas, al cabo de unos años, descubrió que los mayas usaron un sistema de cómputo de base vigesimal, conocieron el ciclo sinódico de 584 días del planeta Venus y la célebre “Cuenta Larga” que es el cómputo de los días transcurridos desde el 13 de agosto de 1314 hasta la fecha en la que los mayas databan sus eventos en las estelas.
Nuestro tiempo aún transita en la “Cuenta Larga Maya” porque la suma total de los días que la constituyen es de 1 872 000 lo que equivale a un poco más de 5 128 años solares… lo fantástico de la historia de “La Cuenta Larga” es que somos afortunados ya que concluirá en diciembre de 2012 y seremos testigos de un evento que ocurrirá nuevamente dentro de 5 128 años solares.
(…los mayas concibieron al tiempo de manera circular y no lineal, cuando termina un ciclo, inicia otro, es por ello que en maya yucateco no existe el verbo “encontrar”, filosóficamente, los mayas están situados en una búsqueda eterna y cuando “encuentran”, en realidad “buscan”, es por ello que en Yucatán se dice: “ya lo busqué” para decir que se ha encontrado y “lo busco, lo busco y no lo busco” para comentar que no se encuentra…)
Las palabras mayas fueron inscritas en piedra, pintadas en cerámica, dibujadas en códices, labradas en madera o escritas a mano, sobrevivieron al tiempo y a la condición humana, actualmente podemos consultar alrededor de 10 mil textos jeroglíficos que se leen, se traducen y nos revelan el universo mágico de sus creadores, las alianzas entre ciudades a través de matrimonios, las enigmáticas ascensiones al trono de los Ahauob’ (señores de la Palabra), las guerras relacionadas a las apariciones de Venus sobre el horizonte -tanto al alba como al crepúsculo- así como un elenco de lejanísimas dataciones en el tiempo como la inscrita en la Estela 1 de Cobá que tiene un fecha que equivale a casi cuatro veces la Historia del Universo.
A mediados del siglo pasado, J. Eric S. Thompson publicó “A Catalog of Maya Hieroglyphs”, asumiendo el cetro de la autoridad entre los primeros mayistas, al clasificar 856 jeroglíficos. Desafortunadamente, su soberbia lo cegó y sus argumentos frenaron el estudio jeroglífico maya durante varias décadas.
Heinrich Berlin realizó el extraordinario descubrimiento de los glifos emblemas de cada Ciudad Estado Maya, evidenciando alianzas, matrimonios, guerras y sacrificios entre los nobles de distintas dinastías. La extraordinaria dibujante ruso-norteamericana, Tatiana Proskouriakoff, reconoció que el tiempo transcurrido en las inscripciones de cada estela de Yaxchilán no excede un periodo de 60 años, propuso entonces que los textos narraban la vida, las guerras y las obras de dignatarios. Rastreó la historia de las dinastías de Tikal y en esa misma ciudad interpretó la estela 31 donde quedó grabada la vida del famoso Ahau (rey maya) Siyaj Chan K´ahuiil II conocido también como Cielo Tormentoso, Tatiana trabajó intensamente en la clasificación y lectura de los jeroglíficos mayas escritos en las estelas de Piedras Negras y Quiriguá.
El mito y la proeza
Yuri Valentinovich Knorosov era soldado del ejército ruso cuando al final de la Segunda Guerra Mundial los rusos tomaron la ciudad de Berlín… más tarde nació la leyenda de que cuando la Biblioteca Nacional se incendiaba, Knorosov tuvo la osadía de introducirse entre las llamas para rescatar algunos documentos y milagrosamente logró recuperar un libro con las copias de los códices Dresden y Madrid, impresos en 1933 por los guatemaltecos Antonio y Carlos Villacorta.
El maestro Knorosov comentó que en realidad, el ejemplar de los hermanos Villacorta lo encontró en unos estantes dispuestos en la calle y que con toda calma lo colocó bajo el brazo. Yuri era políglota y conocedor de escrituras antiguas, los estudios que realizó años después sobre las copias guatemaltecas de los códices Dresden y Madrid, nos dieron la pauta para realmente leer y comprender los jeroglíficos mayas.
Hubo un tiempo en que Thompson -por envidioso- hacía berrinche y lanzaba la aplanadora en contra de Knorosov, quien sencillamente se refugiaba en los estudios de los mayas, Thompson y Knorosov fueron víctimas y cómplices de los intereses de las superpotencias por el copyright de la interpretación de la historia, pero en la lucha idea contra idea, ganó siempre Knorosov.
Sostuvo el ilustre ruso que los signos que recopiló Landa no son alfabéticos sino silábicos, con sus necesarias excepciones cada signo representa una combinación de una consonante-vocal como la escritura japonesa Kana. Knorosov propuso: 1) Los signos pueden tener más de una función, en ocasiones fonético a veces un morfema. 2) los signos que representaban morfemas podían incorporar otros signos fonéticos 3) el orden de la escritura no es rígido y puede invertirse con fines caligráficos o estéticos.
El maestro Knorosov descubrió también que en la página 41 del códice Madrid, los dioses vienen acompañados de signos silábicos y se pronuncian eliminando la última vocal, por ejemplo: la palabra pavo se compone de los signos cu y tzu pronunciándose cu-tz (u).
De ahí partió el maestro Valentinovich para deshilachar la intrincada escritura jeroglífica maya argumentando que “la construcción de las oraciones se basan en un verbo-sujeto o verbo-complemento directo-sujeto«, dedujo también que los adjetivos se anteponen al concepto que se refieren y que los adverbios se anteponen al verbo. «Las expresiones de tiempo van antes o después de la frase o de la palabra que las acompañan”.
Yuri fue un gran hombre y, a pesar de que las amenazas y las bombas lo persiguieron hasta en su visita a Guatemala, en el invierno de su vida, pudo visitar las ciudades mayas que tanto había estudiado.
Las Mesas de Palenque y la actualidad
El 14 de diciembre de 1973 se inauguró la Primera Mesa Redonda de Palenque, y en ella participaron; Gillett Griffin, director de Arte Precolombino del Museo de Arte de Princeton, Linda Schele, Moisés Morales, Jeff Miller, Larry Bardawil y David Joralemon.
Doctos y oportunistas se propusieron -y lograron- condensar sus estudios técnicos y sus intuiciones mágicas para iniciar en Palenque, Chiapas “El primer intercambio organizado de conocimiento sobre los jeroglíficos mayas” en la primera Mesa Redonda de Palenque. Durante la segunda Mesa Redonda hubo una feroz batalla de ideas… se trenzaron en una esquina, Alberto Ruz Lhuillier (descubridor de la tumba del Ahau K´inich Janaab´ Pakal K´in también conocido como Pakal en el interior del Templo de las Inscripciones, Palenque, Chiapas) y en la otra esquina, la juvenil Linda Shele. El momento climático de la reunión lo protagonizó la futura reina de Austin, quien se atrevió a compartir la intuición de que un glifo que estaban analizando, era un verbo…
¿Y cómo puede demostrarlo? preguntó Alberto Ruz. Linda se sentó en silencio y juró para sus interiores demostrar porqué era un verbo, pasaron los años, Alberto ya no pudo testimoniarlo pero en 1993, Linda Shele apareció en el marco de un encuentro de reflexión sobre tópicos de la historia mexicana conducido por Octavio Paz. Aquélla noche, Linda Shele mostró seguridad ante las cámaras e hizo gala de un sobrado dominio del chol y del mexicano; ante nuestro asombro, leyó de corrido el tablero completo de los 96 glifos de Palenque… Recordemos un poco de lo que tradujo la maestra Shele: Los mayas escribieron con metáforas y por ejemplo, para expresar la frase “Fue entonces” escribieron “Así como el viento está opuesto al agua…” o también “Así como Venus está opuesto a la Luna…”.
Hoy sabemos que los jeroglíficos son agrupaciones fonéticas de prefijos, superfijos, sufijos y posfijos que rodean a los signos principales que regularmente significan emblemas, capturas, fechas, muerte, nacimiento, naguales, ascensión al trono, títulos y también los nombres de los artistas que recreaban el conocimiento en la piedra calcárea.
En Austin, San Petesburgo, Berlín, Tokio, en el INAH y en la UNAM existen centros de estudios mayas donde se recopila e interpreta la iconografía de la Civilización Maya. Los textos de la Escritura Jeroglífica Maya resaltan los valores militares y sagrados de las dinastías que gobernaron a los hombres con la venia de los dioses, Existen connotados epigrafistas como Alfonso Arellano, Nikolai Grube, Erick Velázquez, Harri Kettunen, Simon Martin, Christophe Helmke, David Freidel o Alfonso Lacadena, pero el campeón de campeones es David Stuart, quien desde los ocho años dibujaba las piedras de Cobá, y actualmente dirige las traducciones de los últimos textos encontrados en el templo XIX de Palenque. En ellos, ubicamos una serie inicial con la fecha del 10 de marzo de 3309 que conmemora la ascensión al trono del dios GI, el más viejo, el Primer Padre Sol y probablemente se refieran a “Itamanaj” (Dios tutelar del Panteón Maya), El hecho de que esta fecha difiera 195 años gregorianos del origen de la Cuenta Larga (13 de agosto 3114) nos indica que antes de la “Creación de Nuestro Tiempo” hubo otro tiempo, el de los dioses.
La palabra jeroglífica maya puede ser interpretada gracias a los esfuerzos de ejemplares investigadores, quienes a partir de Knorosov, lograron conocer el sentido y la forma de las voces suspendidas en piedra durante cientos de años, hoy, además de pronunciarlas, conocemos sus significantes.