Ciudad de los palacios, es el nombre con que se conoce a la ciudad de México desde la visita del geógrafo Alexander Von Humbolt, ésto por contener el Zócalo de la ciudad edificaciones monumentales que son parte del patrimonio cultural de México y del mundo.
Conocer las obras arquitectónicas del centro histórico es obligado para el visitante. La magia que se desprende de sus calles centrales hacen que se permeé la sensación de que el traslado no ha sido de un país a otro, o de una ciudad a otra, pareciera como si la posibilidad de viajar en el tiempo fuera real, ya que el aire que se respira entre sus monumentos nos hace sentir parte de su historia; su encanto y esplendor arquitectónico, además se encuentra en un proceso de conservación permanente, que permite que parezca que los años no pasan por estas joyas.
Este es uno de los objetivos de conservación de los monumentos históricos de la zona: que podamos percibirlos en su estado original.
Uno de los integrantes de las edificaciones que forman parte del atractivo de los visitantes al centro histórico de la ciudad, es sin duda el Gran Hotel Ciudad de México, el cual no sólo es una pieza majestuosa en su arquitectura y decoración, además cuenta con una historia propia que se refleja al internarse en él.
Esplendor y grandeza se conjugan en sus notables columnas dóricas, que sin duda nos remontan a una de las órdenes arquitectónicas más clásicas. Su fachada, acompañada de ventanales y balcones con una enredadera de hierro, representa una de las pocas edificaciones estilo Art Nouveau en México que aún se conservan con su estilo inicial. De día se percibe un sobrio e imponente aspecto al encontrarse con sus repetidas columnas y sus innumerables ventanales; De noche, contrasta la iluminación nocturna que le da tanta vida y calidez al frente del Hotel.
Rodrigo de Albornoz fue el dueño de la propiedad donde hoy se encuentra edificado este monumento que se construyó en el año 1896, al que se llamó El Centro Mercantil, y fue Sebastián Roberts quien dio la orden de construir este almacén, proyecto antecesor de lo que conocemos hoy en día como centros comerciales. El vitral Tiffany y algunas ornamentaciones de hierro llevan las siglas CM, lo cual nos remonta al esbozo principal de la edificación, que se intenta conservar tal como se concibió en sus inicios.
Fue así como en la esquina de 16 de febrero se levantó esta sobresaliente estructura, que hacia el año de 1960 fue adquirida por la familia Saba; es ahí cuando surge la causa que hoy lo mantiene con vida, conservando la originalidad de su arquitectura y decoración, que logran en los huéspedes una sensación de historia, de antigüedad, en un sitio lleno de memorias, envuelto en un entorno artístico que se percibe en todos sus detalles.
Sin embargo, la majestuosidad del Gran Hotel ha requerido tareas difíciles y constantes, ya que preservar una construcción con características tales, ha llevado tiempo y dedicación de ingenieros, arquitectos y restauradores especializados.
Después de encontrarse con su imponente fachada, nos esperan unas escaleras vestidas con una alfombra roja clásica, y se posa en la parte superior del techo un inmenso candil que al caer la noche, provoca destellos que compaginan a la perfección con el impecable dorado del barandal de las escaleras.
Sin duda, uno de los mayores atractivos de este hotel que atrae a turistas y locales, es el vitral Tiffany que posee en el techo, realizado por el artista Jaques Gruber de la escuela Nancy, de Francia. Policromado y cóncavo, tres bellas cúpulas se posan delicadamente en la superficie de esta obra de arte. Luces y colores se ven reflejados en forma armoniosa y delicada y está cubierto con un enrejado de hierro que lo protege y le da un giro estético muy particular. Ninguna fotografía de esta obra de arte devela la belleza, magnitud y majestuosidad del gran vitral.
En el segundo piso del edificio, en frente de las habitaciones, se unen arcos de hierro formando un círculo. Estos arcos permiten otra vista de dicho vitral. Es un acercamiento que deja ver a detalle cada pieza, cada color y el tamaño real de los segmentos. Estar tan cerca del vitral nos permite apreciar desde la delicadeza y perfección de este trabajo artístico.
Después nos encontramos con el elevador, que forma parte de este edificio desde sus inicios. Colores verdes y dorados se mezclan para presentar un elevador de rejillas tradicional, que se localiza en uno de los costados del vestíbulo principal. Las enredaderas de hierro se posan nuevamente en esta construcción envolviendo y abrazando a la estructura. Los visitantes que se alojarán en alguna de las habitaciones de este Gran Hotel podrán conocer por dentro los elevadores tradicionales a su llegada. Estilo, lujo y elegancia es una buena descripción para esta experiencia.
El arte se expresa igualmente en los murales de la planta baja. Ocres y naranjas se mezclan en una pintura restaurada con tal delicadeza que pareciera que no pertenece al siglo XlX, sin embargo al estudiarla se reconoce otro tipo de ciudad, una ciudad antigua, con otras costumbres, con espacios más amplios y menos saturados, con un tipo de ilustración que emite lejanía y tiene vida propia.
La comodidad acompaña a los huéspedes en todo momento. Los espacios están llenos de aire; la majestuosidad en todos los ambientes genera que cada visitante se sienta libre y con una proporción adecuada. Es evidente sentirlo en la bienvenida, en el amplio elevador, en las habitaciones, en el recibidor y en los múltiples espacios que le conforman. Al pertenecer a la categoría de hotel 5 estrellas cuenta con todos los servicios necesarios y además no escatima en espacio, las habitaciones son amplias; sigue con las costumbres antiguas no limitando los espacios en función de la capacidad del hotel.
Quienes viajan a la ciudad de México tienen como visitas obligadas asistir al Palacio de Bellas Artes, el edificio de correos, el de comunicaciones, al Palacio Nacional, etc. La mejor manera de terminar esta ruta llena de memorias, relatos y sucesos históricos es buscar alojamiento en el Gran Hotel Ciudad de México, para poder seguir en sintonía y hacer esta vivencia mucho más intensa y profunda, que conjugue la historia con la realidad presente. La interacción de lo antiguo con lo moderno; la historia se hace presente, con las comodidades y necesidades contemporáneas.
Tanto para los huéspedes, como los turistas y habitantes de la ciudad es un placer gastronómico y cultural acudir a realizar alguna de las comidas en uno de los restaurantes del Gran Hotel. La Terraza es el nombre del restaurante que se encuentra en el último piso, desde donde se puede apreciar la vista del Zócalo capitalino. Hay música tradicional y tanto comida nacional como internacional.
En la cafetería también es posible tomar los alimentos. En este espacio el ambiente es más sobrio y sereno, ideal para tener un momento tranquilo o de reflexión. Lo acompañan estantes con libros y cuadros con imágenes o ilustraciones de la época. La calidez rodea este espacio, madera en su mobiliario, sencillez en su decoración y la luz exacta para disfrutar de un café y leer un poco o disfrutar de una plática en un entorno plácido y refinado.
El Bar Plaza Mayor ofrece comidas y cenas con la exquisitez de la alta comida mexicana. Su entorno ofrece un ambiente lleno de lujo y serenidad. En este comedor se ofrecen platillos que serán del gusto de los más exigentes paladares y es un excelente lugar para cualquier celebración, un sitio refinado y lleno de gala.
Los huéspedes podrán encontrar en sus habitaciones sencillas o dobles, suites o master suites, todas las comodidades que la vida moderna exige. Tanto en la habitación como en el baño se cuenta con teléfono, televisión pantalla plana, mini bar y cafetera.
Cuenta con servicio de despertador, tintorería y lavandería y servicio a los cuartos las 24 horas del día. Para aquellos que se preocupan por su salud y estado físico cuenta con gimnasio. Cualquier tipo de reunión puede realizarse en los diferentes salones de eventos y banquetes.
No se puede negar la magnitud del Gran Hotel Ciudad de México, ya que además de contar con 60 habitaciones únicas, cafetería, restaurante y bar, cuenta con 12 salones completamente equipados para todo tipo de reuniones. Para llevar a cabo cualquier tipo de evento el hotel cuenta con servicio de profesionales que facilitarán el desarrollo de las actividades y mantendrán los espacios con un estilo elegante.
Son incontables los pasos que se han dirigido a esta estructura monumental. Son innumerables los detalles que resaltan en el Gran Hotel Ciudad de México. Arte, cultura, historia y decoración se entrelazan en este complejo para lograr un ambiente que conjuga las comodidades de la vida cotidiana con las emociones provocadas al ser parte de un vestigio de historia de este país.
Más informacón: Gran Hotel Ciudad de México sitio oficial