Haití es un país sorprendente y desconocido, con sol, playas y hoteles de lujo, una mezcla misteriosa y apasionante de arte, historia, cultura y magia. Es escultura y pintura, música y merengue, es vudú y carnaval; es la promesa de un país que quiere volver a ser una perla en el Caribe.
Haití es una preciosa isla, llena de riquezas naturales y preciosas ciudades coloniales como Puerto Príncipe, Cap Haitien y Jacmel. Además de las ciudades, hay visitas turísticas muy atractivas al castillo Barbancourt, a la Ville Bonheur, a sus playas vírgenes y las de arena negra.
Cuenta con una extensión de 27 mil 400 kilómetros cuadrados y ocupa el tercio occidental de la isla de Santo Domingo. Es la segunda isla más grande de las Antillas y está situada en el centro del archipiélago, muy cerca del Trópico de Cáncer.
Descubriendo Haití
Puerto Príncipe, la capital de Haití, es una ciudad que no para nunca. Durante el día, vibra bajo un sol de plomo; por la noche, se ilumina con las lucecitas de los vendedores ambulantes. El vertiginoso espectáculo de sus calles recordará a los viajeros lugares como Estambul, Bangkok o Nueva Delhi, pero con un sabor único que sólo se encuentra en el Caribe.
Aquí lo más peculiar es el transporte público conformado por los famosos tap-taps, los cuales se concentran en el Mercado de Hierro o Mercado “Vallières”, un edificio tan peculiar como la ciudad, que esconde verdaderos tesoros como vajillas de caoba, esculturas de madera, objetos artesanales, entre otras cosas.
En Puerto Príncipe se encuentra el Palacio Nacional, copia del Petit Palais de Versalles, un enorme edificio de luminosa blancura; la plaza de Champ de Mars, que rodea el Palacio Nacional, está repleta de numerosas construcciones de los años treinta. En ella se encuentran el Museo de Arte del Panteón Nacional y la Casa Defly, adorable construcción de principios de siglo, transformada en museo de la vida criolla y en almacén de antigüedades.
En la Catedral de la Santa Trinidad podrás observar murales bíblicos que describen el nacimiento de la corriente de arte Naif de los años cuarenta.
Cap Haitien es uno de los sitios de mayor interés de este país, donde se aprecia la arquitectura colonial. Llamada la París del Nuevo Mundo, tiene calles, plazas y edificios coloniales de gran belleza, en tanto que al sur de la ciudad emergen las ruinas del Palacio Real de Sans Souci, inaugurado en 1813 y luego abandonado en 1848; ocupa un predio de 51 metros de largo por 25 metros de ancho, y junto al mismo se ubicaba el complejo administrativo que estaba constituido por colegio, hospital, imprenta, capilla, cárcel, arsenal, cuarteles, establos y otras dependencias.
Este lugar fue construido en plena época de guerra civil, después de la Independencia de Haití y de la muerte de Dessalines. Ocupaba 8 hectáreas y allí se instaló la corte del rey Henri Christophe, Enrique I, que estaba formada por cuatro princesas, ocho duques, 2 condes y 37 barones, todos propietarios de predios en el norte.
La Ciudadela (Citadelle) es una gran fortaleza en la montaña, que fuera construida entre los años 1805 y 1820, con murallas de cuatro metros de ancho y 40 metros de alto, en la cima del cerro La Ferrière, de 875 metros de altura.
Se complementaba con las Fortificaciones de Ramiers, que constituían un anexo formado por una residencia y cuatro fortines menores. Por su valor histórico-cultural fueron declarados Patrimonio de la Humanidad en 1982 por sus vistas panorámicas y sus dimensiones.
Uno de los espacios turísticos más concurridos es la Destilería de Ron Barbancourt. Este lugar produce ron enriquecido con mango, coco, naranja y café, entre otros sabores. Durante décadas, Haití ha sido famoso por sus exquisitos rones hechos, no de melaza, sino a partir de jugo de caña fermentado y destilado. Pero más interesante es la leyenda del Castillo de Barbancourt, morada de una historia de amor clásica entre un hombre de negocios europeo y una belleza haitiana.
En los años treinta, el fabricante de perfumes alemán Rudolph Linge conoció y se enamoró de la entonces Miss Haití, Jane Barbancourt. Se casaron y volvieron a su país natal. Gracias a las extensas plantaciones de caña de azúcar de la familia de su esposa y a su privilegiada nariz para los aromas, Linge empezó a mezclar licores de ron con éxito.
Un día, la pareja quiso ver una película, pero como no había ningún cine en la isla, voló a Nueva York, en donde vio “La cenicienta” de Walt Disney y se quedó encantado con el castillo que aparecía en la película. Compró una fotografía al propietario del cine, volvió a casa, la puso encima de la mesa de un arquitecto y le pidió: “Constrúyame este castillo”. Gracias a este edificio, Linge, quien murió en 1991, es recordado entre los haitianos.
Sus playas
Las actividades al aire libre son ideales en Haití, sobre todo los deportes acuáticos, especialmente el buceo. Cualquier persona con o sin experiencia como deportista, puede realizar fácilmente el paseo hasta Sand Cay (Cayo Arenoso).
Éste se realiza en lanchas con el fondo de cristal para poder apreciar todo lo que ofrece el arrecife más precioso del Caribe. Allí los visitantes pueden ponerse el equipo de buceo para deleitarse viendo las caprichosas formaciones coralinas, la multitud de peces de distintos colores y otras maravillas submarinas.
En varios balnearios de playa se pueden alquilar botes para navegar a vela y esquiar. En algunos de ellos se organizan programas de buceo en profundidad, con instrucción y expedición de los certificados respectivos.
En las aguas de Haití los buceadores veteranos podrán gozar de las mejores condiciones del Caribe para practicar su deporte, ya que el litoral no se encuentra aún sobrepoblado por los turistas.
Otro espectáculo submarino digno de experimentar es la exploración de los restos navales que alberga el Golfo de Gonaives. Decenas de embarcaciones inglesas, holandesas, francesas y españolas yacen en el fondo del litoral haitiano, como muestra de las luchas que por su conquista tuvieron lugar. Hazte acompañar de guías buceadores expertos y disfruta del más apasionante y original museo submarino que te puedas imaginar.
También son interesantes las excursiones realizadas a las playas de Ibo, Kyona y Ouanga. Pero la playa de arena negra en las cercanías de Jacmel y la playa de la Labadie, destacan por ser una franja de tierra a la que se llega en barco.
Dentro de los lugares naturales turísticos en la isla, una visita agradable y a poca distancia de la ciudad de Jacmel es el Bassin Bleu. Este paraje natural se caracteriza por tener una serie de tres espléndidas cataratas. Una ruta interesante de realizar es la que pasa por el monte Puilboreau, desde donde se aprecia la llanura del norte. Otros lugares de interés son el Boutillier y el pic La Selle, de 2 mil 674 metros de altitud sobre el nivel del mar.
Vida nocturna
La vida nocturna en Puerto Príncipe se concentra en el barrio residencial, Pétionville. Aquí se mezclan la exuberante naturaleza y las zonas de ocio, en donde el viajero puede disfrutar de una agradable cena, deleitándose con el paisaje y la elegancia de los restaurantes. Si te encuentras con ánimos, es recomendable visitar los bares. Destacan el Café des Arts, Regis y Oloffson, donde hay espectáculos musicales en vivo y sesiones de baile. Si todavía tienes fuerzas para seguir, puedes acabar la noche en las discotecas de la zona.
Si quieres conocer otros lugares donde disfrutar de una oferta lúdica se puede ir a la ciudad de Jacmel, donde encontrará muchas diversión…
Los alrededores de Puerto Príncipe
A 50 kilómetros al noroeste de Puerto Príncipe, en dirección a la frontera dominicana, después de Croix des Bouquets y Mirebalis, se encuentra Ville Bonheur, el centro mágico de la isla y destino de miles de peregrinos entre el 12 y 16 de julio de cada año.
Aquí, a mediados del siglo pasado, en una palmera al lado de una cascada enorme, en Saut d’Eau, se dice que se apareció la Virgen María a un hombre de la zona llamado Fortuné. Cuando contó su visión a los clérigos, éstos, incrédulos, se apresuraron a ir al lugar, que desde entonces es sagrado no sólo para los haitianos cristianos, sino también para los que creen en el vudú, quienes consideran que la Virgen María es su diosa Maîtresse Erzuli.
Otros atractivos
Haití posee una rica gastronomía como consecuencia de la mezcla de culturas taína, europea y africana. Sus ingredientes principales son la carne de cerdo, el arroz, los pescados y mariscos. Entre los platos más típicos se encuentran el llamado griot, preparado con carne de cerdo; el labí, hecho con langosta, arroz y yon yon; acras, que consiste en una raíz (malanga) frita y sazonada con abundantes especias y el tassot, que consiste en pavo, ternera o cabra preparados con un marinado picante.
Entre las compras más solicitadas por los visitantes están las pinturas haitianas de estilo naif, caracterizadas por sus vivos colores y temas de la vida cotidiana del país. Con un poco de paciencia y diálogo se pueden conseguir magníficas obras a precios muy asequibles en algunas de las galerías y mercados de Puerto Príncipe y Cabo Haitiano, principalmente.
Otros productos interesantes son las esculturas y tallas de madera, artículos de mimbre, joyería de cobre y de carey, ropa bordada a mano, objetos de hierro forjado, entre otras cosas.
Una de las tradiciones más arraigadas en la cultura de los haitianos es el vudú. Sus ceremonias son un reclamo turístico. El vudú procede de los esclavos de Dahomey. Los Loas, genios o dioses, poseen a las personas durante los sueños o los ritos vudús para protegerlos, castigarlos o guiarlos. Las ceremonias se basan en música y bailes rítmicos y repetitivos que se acompañan con música de tambor.
Haití es rica no solo en atractivos naturales, sino también en atractivos culturales, pero el mejor de ellos es el afecto de su gente, quienes reciben al turista con una sonrisa en sus labios, así que no dejes de conocerla…
Más información: Guía del viajero SRE