Cuando planeamos un viaje a algún sitio turístico en México, no podemos dejar de tomar en cuenta entre nuestros probables destinos, la extensa oferta y el gran atractivo de sus zonas arqueológicas.
Al pensar en ellas, nos vienen a la mente imágenes que son parte de nuestra conciencia formativa, como una majestuosa pirámide, tal vez las del Sol o la Luna en Teotihuacan; o la de los Nichos en El Tajín; quizá El Castillo en Chichén Itzá o alguna otra. Pero ¿qué más conocemos sobre las culturas milenarias que realizaron estas obras monumentales?
Sabemos que fueron civilizaciones con un gran desarrollo intelectual, cultural, y social, de lo que es ejemplo Teotihuacan, “la ciudad de los dioses”, que en su momento de mayor esplendor -aproximadamente entre los años 250 al 650 de nuestra era- mostraba una magnifica planeación urbanística, caracterizada desde luego por sus enormes e impresionantes construcciones, pero también por su sistema de drenaje, que servía para suministrar a la metrópoli el agua, proveniente de los ríos cercanos. Estas planeaciones urbanas, por ejemplo, no tenían un paralelo en la Europa contemporánea.
En cuanto a las aportaciones en el campo científico, basta con recordar que los mayas inventaron el “cero”, por ellos conocido como “completamiento”. En las artes tenemos las maravillosas pinturas murales de Bonampak y Cacaxtla, localizadas en los estados de Chiapas y Tlaxcala respectivamente.
Pero hay un elemento que es muy característico del área mesoamericana y que llama mucho la atención de los visitantes de las zonas arqueológicas: el Juego de Pelota, y salta la duda acerca de si era un deporte o un ritual.
El Juego de Pelota y sus raíces
Este tema se encuentra poco estudiado por los investigadores, que normalmente lo han considerado como un deporte, pero hagamos una reflexión: siempre que llegamos a estos lugares históricos, los guías de turistas nos llevan a recorrer la cancha principal del lugar, porque hay que recordar que algunas zonas tienen dos, tres o incluso veinticuatro canchas.
Además, algunos códices y estelas mayas representan canchas, lo que nos lleva a considerar que, si los códices eran los “libros” con los que contaban estas culturas para consulta, donde se guardaban cálculos y otras informaciones importantes, el Juego de pelota debía tener un mayor significado que el de una simple diversión popular.
Por otro lado, las estelas son representaciones hechas en piedra; en su grabado se narran comúnmente las hazañas bélicas de algún gobernante, su línea dinástica o su vínculo con los dioses, además de representaciones del Juego de pelota, lo que nos reitera su importancia.
Pero no solo en estas manifestaciones aparece esta actividad, también lo encontramos en el nombre de poblaciones. En náhuatl, la palabra para designar a la cancha es Tlachco, que significa “en el juego de pelota”, y se representaba con la forma de una “I” romana.
En la Matrícula de Tributos, un códice relacionado con la administración pública y que, como su nombre los indica, servía para llevar el conteo de quiénes debían pagar al imperio mexica, podemos observar el nombre de las poblaciones que se encontraban bajo su dominio y los artículos que tributaban; ahí salta a la vista el recurso de este vocablo.
El glifo de Tlachco (Hoy conocido como Taxco, ante la dificultad de los españoles para pronunciar el náhuatl), aparece en dicha relación y no es el único lugar cuyo nombre evoque al Juego de Pelota, tenemos otros como Tlachmálac, actualmente conocido como Tlaxmalac, Guerrero, que significa “Juego de Pelota del malacate” o Tlallachco, actualmente conocido como Santa María Atarasquillo, Estado de México, que significa “Juego de Pelota de tierra”.
Al analizar toda esta información, no parece que el Juego de Pelota haya sido considerado como un simple espectáculo deportivo. Simplemente porque resulta inverosímil que una cancha para un espectáculo masivo se encontrara en el corazón mismo de la ciudad.
Por otra parte, recordemos que en Mesoamérica la dualidad era un concepto constantemente presente en la vida diaria; si existía la vida tenia que haber muerte; si había frío debía haber calor; si hay un hombre debe de haber una mujer; todo tenía una doble función o su equivalente antónimo.
De esta manera, el Juego de Pelota no podía ser la excepción, y por consiguiente tenemos que era una actividad lúdica, es decir de entretenimiento, pero al mismo tiempo una ceremonia religiosa, con un sentido metafísico acorde a la forma en que aquellos pueblos veían a sus deidades y a la vida en el más allá; a como cumplían su encomienda hacia los dioses y a la forma en que se comportaban como civilización, guerreros implacables, conquistadores y creyentes del sacrificio como una forma de agradar a sus dioses.
Más todo esto no le resta al deporte en sí un enorme valor como ejercicio y como un arte a la vez, ya que la dificultad que representaba era singular y hoy, podemos estar seguros de que la fuerza y agilidad requerida para su práctica representaba un reto para el jugador.
La forma de juego es por demás interesante, y aún con algunas variables que obedecen a la zona de práctica y la época, el Tlachtli o cancha guardaba un mismo diseño, alargado, dividido en dos partes y con los extremos más anchos. El jugador podía utilizar solo su cadera y en ocasiones los hombros para impulsar la pelota (ulli), que pesaba alrededor de tres kilos y ocasionaba a los participantes golpes tan fuertes que algunos ya no se reponían; la idea era sacar la pelota del lado contrario o, aún mejor, hacerla pasar por los aros que se encontraban a los lados de las paredes del juego, lo que era particularmente difícil, siendo éste el punto más valioso del juego. Las reglas podían variar, poniéndose de acuerdo los siete u ocho jugadores desde antes; la puntuación generalmente se llevaba por “rayas”, que se iban ganando conforme se lograban los objetivos de la justa, hasta tener un vencedor y un perdedor, quien lo pagaba con su vida, según lo detallan crónicas, códices y grabados.
De ahí que el Juego de Pelota siga siendo un misterio, aún con todo lo que se ha investigado al respecto, ya que no queda un testimonio claro de su carácter, ya fuera ritual o deportivo. Lo que sí es claro es que su práctica se daba entre clases dominantes y que el poder era otro de sus significados, aunque no se descartan las apuestas, ya que en algunos campos aparecen grabados de Ometochtli, dios del juego y la embriaguez; de cualquier forma, resulta un viaje maravilloso por la historia el posarse sobre esos campos que vivieron un sin fin de emociones y en el que otros menos afortunados, encontraron la muerte.
El códice florentino
En la imagen adjunta se puede observar la lámina 27 del Códice Borbónico, que es un calendario ritual, y podemos ver la clásica representación de las canchas del Juego de Pelota en forma de I o 1 romano, con sus anillos en la parte central.
En los bordes del juego localizamos cuatro personajes con sus vestimentas tradicionales, que nos indican que se trata de dioses.
Estela de Bilbao
En la imagen se muestra la “estela” de Bilbao, de Guatemala; en ella podemos observar a un jugador de pelota sosteniendo en su mano izquierda una cabeza humana, de un miembro del equipo contrario, que es ofrecida a un dios solar. El jugador se encuentra entonando o declamando una oración o canto en honor al dios, porque podemos observar que de su boca sale la voluta de la palabra.
Mesoamérica es el término que creó el profesor Paúl Kirchhkoff, en 1943, para delimitar el área que ocuparan las culturas prehispánicas.