Cada año el Cerro del Fortín, en las cercanías de la ciudad de Oaxaca, se viste de gala para recibir a cientos de visitantes provenientes de diferentes partes de la región mixteca, del país y del mundo para disfrutar de la máxima alegoría oaxaqueña: la «Guelaguetza» o «Fiesta de los Lunes del Cerro», donde los pueblos se reúnen a fraternizar y celebrar el orgullo de sus costumbres, gastronomía y cultura en un gran teatro estilo griego al aire libre para cerca de 12,000 personas, en que se escenifica desde 1974.
Es una fiesta en donde el turista nacional e internacional presencia un espectáculo colorido y con muchos significantes. Al respecto, Andrés Henestrosa, insigne oaxaqueño, decía que dentro del mosaico de usos y costumbres mexicanas destacaba una fiesta de raíces muy hondas denominada Guelaguetza, palabra zapoteca que a su decir era una errónea transcripción de la voz Guendalizá (parentesco, amistad y vecindad) esto debido a que al interior de la organización indígena antigua, todos los zapotecas son en potencia familiares.
Guendalizá, o Guelaguetza, como erróneamente aparece en historias y crónicas, y cómo ha logrado sobrevivir y prevalecer, viene a ser el hecho de pertenecer a una misma comunidad, esto es a la condición de ser familiar, vecino, amigo, huésped; en una palabra, prójimo, o próximo, es decir, es una sintonía de identidad cultural muy particular.
En síntesis, Guelaguetza significa el ánimo de servirse entre sí en la certeza de que todas las alegrías y todas las desventuras pueden ser en un momento dado propias de cada uno; es una ayuda que los indios se ofrecen a porfía en los acontecimientos fundamentales de la vida: el nacimiento y la muerte, la erección de una casa y el matrimonio por ejemplo.
Es espíritu de cooperación entre parientes, vecinos, paisanos y amigos representada por la cotidianidad zapoteca desde tiempos prehispánicos, donde la ayuda que los zapotecas se otorgan es, o con una dádiva, una limosna, una suerte de préstamo, cooperación o con acciones prácticas como cuando se ayuda a cavar un sepulcro para ayudar a un doliente o para levantar una casa, pero también para ayudar a sufragar los gastos de una mayordomía o de un matrimonio, fiesta profana o religiosa, pudiendo ser en metálico o en especie.
En los últimos tiempos, y en virtud de la facilidad con que las diversas regiones del país se comunican entre sí, la práctica de la Guelaguetza o Guendalizá ha adquirido nuevas modalidades: de ellas se valen para demostrar a los mandatarios la adhesión de los pueblos; a los visitantes distinguidos, la alegría que produce a sus vecinos su visita. Entonces se mira bajar de todas las sierras a los indios cargados con sus ofrendas, que no siempre es de orden pecuniario ni de utilidad práctica inmediata. Un ramo de flores, con frecuencia, simboliza la vieja costumbre de concurrir en auxilio del necesitado.
Bella costumbre, sin duda, esta de los pueblos oaxaqueños, particularmente de los zapotecas, a cuyo idioma pertenece la palabra que la designa Guelaguetza como una gran celebración popular.
Fechas de celebración de la Guelaguetza
Actualmente la Guelaguetza se celebra básicamente en la ciudad de Oaxaca de Juárez, cercana a la fecha de celebración de la Virgen del Carmen, o sea que se celebra los dos lunes más cercanos a la festividad católica de esa advocación mariana (el 16 julio) excepto cuando el primer lunes cae en 18 de julio, aniversario luctuoso de Benito Juárez. En ese caso, se posponen las celebraciones una semana y caen en 25 de julio y 1 de agosto.
Orígenes dela Guelaguetza
Según la conseja popular los orígenes de la Guelaguetza se remontan a la época prehispánica y se relacionan con el culto a la deidad del maíz, y de este modo estaría relacionado con Xilonen, la diosa del maíz tierno que ofrendaban en él Teocali Azteca, cuando conquistaron Oaxaca y que es sincréticamente asociado al rito zapoteco a Pitao Cozobi (deidad del maíz).
Ese Teocali lo situaron en las faldas del hoy Cerro del Fortín (también conocido como Daninayaoloani o Cerro Bella Vista).
En la época prehispánica los ritos dedicados a la a la Diosa del Maíz culminaba con el sacrificio de una doncella adolecente, a la cual se vestía ritualmente y se le cortaba la cabeza, esperando así obtener fertilidad en sus campos. Según Alfonso Caso, este acto era una dramatización de la separación de la mazorca de maíz madura con respecto a la caña madre.
Con el arribo de la religión cristiana, los franciscanos y dominicos prohibieron esas prácticas dedicadas a la Diosa Centeotl y destruyeron el Teocali para construir sobre él, el templo católico del Carmen Alto.
Este templo conserva en la actualidad una cúpula que precede a la nave mayor, en la que necesariamente debían esperar los no bautizados, los cuales entraban al templo hasta que recibían ese sacramento.
En los tiempos de la independencia de México y de la revolución mexicana, la festividad dedicada a la Virgen de Monte Carmelo, siguió teniendo gran aceptación en el pueblo, el cual subía al Cerro a realizar un día de campo posteriormente la realización de los actos litúrgicos. En la época moderna y desde 1932, se lleva a cabo en la Ciudad de Oaxaca esa celebración con motivo de su 400 aniversario fundacional.
La mayoría de las delegaciones participantes desfilan el sábado anterior a los Lunes de Cerro; el evento se denomina La Calenda, y parten desde el monumento al Quijote hasta llegar al Centro Histórico y el Zócalo. Asimismo, ese sábado en la Plaza de la Danza se puede admirar en el escenario la forma en que los oaxaqueños han celebrado las fiestas del Lunes del Cerro en diferentes épocas, mediante el llamativo espectáculo BANI STUI GULALl («repetición de lo antiguo» en zapoteco).
Tradición de Guelaguetza
La festividad, tal como se conoce en la actualidad, es producto del mestizaje entre la cultura indígena y la de los españoles, que llegaron a México en el siglo XVI y esta tradición define al pueblo oaxaqueño, desde tiempos históricos hasta hoy. La palabra misma significa «intercambio recíproco de regalos y servicios» y se refiere a las relaciones recíprocas que unen a la gente.
Según los datos encontrados en el Archivo Estatal de Oaxaca la celebración fue inventada con motivo del centenario del natalicio de Benito Juárez. Así, puede decirse actualmente que, originada de las tradiciones festivas de los valles centrales del estado, mayoritariamente zapotecas, y expropiada por los misioneros españoles para superponer a la virgen del Carmen, siempre ha sido una fiesta popular basada en el regalo y la cooperación comunal. No en balde surge de la misma civilización que practica el tequio.
La leyenda del amor trágico entre la princesa zapoteca Donají (hija del señor de Zaachilá, para entonces ya cristianizada) y el enemigo guerrero mixteco Nucano, sirvió a los misioneros para sellar la reducción de los pueblos zapotecos y mixtecos. Desde entonces, las danzas y las fiestas son sincréticas (como casi todo lo indígena que pervive).
La fiesta del cerro del Fortín
La celebración comienza con la interpretación de las mañanitas por los «chirimecos» de los valles centrales bajo las tonadas de las tradicionales flautas, tambores y chirimías en el auditorio de la Guelaguetza, así las comunidades de las siete regiones del estado de Oaxaca (Cañada, Mixteca, Valles, Sierra, Tuxtepec, Costa e Itsmo de Tehuantepec), llegan ataviados con trajes típicos para compartir con el público sus danzas y muestras gastronómicas mestizas.
Desde el día sábado y domingo, tiene lugar el certamen para elegir a quien representa a la Diosa del Maíz o Centéotl. La joven ganadora abandera el desfile. Es uno de los momentos más representativo del festejo, porque ahí las participantes conviven con el público en un ambiente de júbilo, música, color y fantasía. Año con año, esta festividad genera gran expectativa, pues desde el inicio del primer “Lunes del Cerro” en el Auditorio Guelaguetza, la ganadora es coronada y poco después inicia la Guelaguetza en sí; entonces cientos de danzantes bailan en su honor, en presencia de unos 17 mil asistentes que colman los asientos del Cerro del Fortín.
Continúa con los rítmicos pasos melódicos de las chinas oaxaqueñas con el «Jarabe del Valle» donde las mujeres llevan enormes canastos con figuras florales sobre sus cabezas, dando inicio así a la fiesta profano-religiosa de origen virreinal relacionadas con la virgen del Carmen.
Año con año, el evento es un éxito total; miles de personas llegan antes del amanecer al Auditorio Guelaguetza del cerro del Fortín. Durante casi 3 horas una docena de grupos contagian con su alegría al público. Todos admiramos un sinfín de colores, donde cada baile está acompañado por su propio grupo de música de banda, tríos de cuerdas o con tambores. Llaman la atención representaciones como la de Putla con sus agudos gritos, los tradicionales bailes de Miahuatlán y los Diablos de Tecomaxtlahuaca.
En la Guelaguetza se mezclan tradiciones indígenas que han sobrevivido durante siglos como la Danza de la Tortuga, de la región del Istmo, así como la Danza de la Pluma, que escenifica la lucha entre Moctezuma y Cortés representada por danzantes del Valle de Oaxaca, hasta llegar al baile moderno y casi coreográfico de la Flor de la Piña, representado por más de 20 jóvenes originarias de la región de San Juan Bautista Tuxtepec, que se distinguen por llevar sobre su hombro una piña, bailando sincronizadamente la danza «Flor de Liz». En la tarde del mismo lunes, se lleva a cabo una segunda función de este espectáculo, al igual que el siguiente lunes, en dos horarios. Al final, suman cuatro las presentaciones de la Guelaguetza, todas con diferentes bailes.
Esta fiesta tiene lugar durante todo el mes de Julio, pues se llevan a cabo diversos eventos artísticos, culturales y deportivos, conciertos de grandes cantantes y representaciones de bailes por parte de las compañías estatales de danza.
Una parte clímax del espectáculo es la dramatización de una de las leyendas locales más sentidas; «Donají… La Leyenda», sobre la vida de una princesa zapoteca que fue dada en calidad de rehén a los mixtecas para preservar la paz en los Valles Centrales de Oaxaca pero fiel a su casta, propicia un ataque que pretende rescatarla, es sacrificada por sus captores y decapitada.
El amor de su vida, el príncipe mixteco Nucano, le proporciona cristiana sepultura; la leyenda dice que nunca sufrió descomposición, sino que siempre preservó hasta la tumba, su belleza corpórea. Finaliza la representación de esta leyenda haciendo referencia a que los amantes Donají y Nucano, sin haber llegado a la consumación de su amor, descansa en una tumba ubicada en la nave mayor del templo de Cuilapan de Guerrero.
El cierre del espectáculo artístico de la fiesta más grande de América Latina se da con la presentación de la candela de las putlecas de Villa de Guerrero que animan a los miles de espectadores.
Al finalizar el espectáculo, los lugareños son obsequiados con alimentos típicos de la cocina oaxaqueña, como las famosas tlayudas, el pan de cazuela, los tamales, el chocolate, frutas regionales, tamales de hojas de plátano, totomoxle, atole, entomatadas, enfrijoladas, tasajos asados, cecina enchilada, quesadillas, barbacoa, tejate, nicuatole, memelas de asiento de las frituras de carne de puerco, dulces y nieves oaxaqueñas, así como venta de piezas de barro negro, sombreros y textiles, entre otras cosas.
La ciudad de Oaxaca vive un ambiente festivo que disfrutan propios y extraños; así, subir al Cerro del Fortín y su auditorio durante los dos últimos lunes del mes de julio, es algo que los oaxaqueños han convertido en su máxima expresión festiva, que tiene como objetivo resaltar cómo sus tradiciones ancestrales han perdurado y evolucionado en medio de una mezcla de raíces prehispánicas, virreinales y modernas, acompañadas por el colorido, el baile, la música, el canto y la entrega. Se suman más de 200 eventos artísticos, culturales y deportivos, que al final conjugan un inolvidable mosaico de aromas, sabores y colores.
Más información: Guelaguetza oficial