Eslovenia entró en la Unión Europea en 2004, desde entonces su capital: Ljubljana se ha convertido en un atractivo destino turístico gracias a su importante patrimonio histórico y artístico, y sobre todo gracias a sus habitantes, cuya amabilidad sorprende al viajero.
Ljubljana es la capital de la República de Eslovenia, después de dos décadas se ha despojado de los tonos grises de su pasado como satélite en la órbita soviética, para recuperar los vivos colores de la democracia, la libertad y un renacer económico. El resultado es que los visitantes que llegan a la incomparable localidad se encuentran con una urbe radiante y contemporánea que agasaja al forastero con sus muchos encantos.
Y todo ello en una ciudad accesible y abarcable como pocas. Basta con ascender hasta el castillo, que desde lo alto domina toda la población, para comprobar las reducidas dimensiones de Ljubljana, donde viven apenas 300 mil habitantes.
Agitada historia
Allá por el siglo I antes de Cristo, los legionarios romanos llegaron hasta el elevado emplazamiento donde se asienta el castillo para establecer ahí un campamento militar, que habría de ser el germen de Ljubljana. Hoy, más de dos milenios después, el castillo de Ljubljana es uno de sus mayores atractivos turísticos. Si bien, de sus orígenes casi no queda nada, porque la fortaleza que hoy se visita ejemplifica la agitada historia del país y de la ciudad, colmada de sucesos bélicos y desastres desde la Edad Media hasta el siglo XX.
Para conocer este monumento se hace necesario subir unas acusadas rampas, que quizás para las personas con escasa movilidad pueden suponer un verdadero sufrimiento, por ello desde hace unos años existe la posibilidad de tomar un funicular en el mismo centro urbano, que en escasos minutos nos transporta hasta el corazón del castillo.
No obstante, para retornar a la ciudad lo mejor es descender caminando, para así disfrutar del entorno natural que rodea al castillo, una espléndida y frondosa zona verde, y al mismo tiempo gozar durante la bajada de las estupendas vistas sobre la ciudad, identificando los distintos campanarios de sus iglesias y descubriendo al fondo las cumbres nevadas de los Alpes Julianos, cuyos paisajes, bosques y biodiversidad son uno de los mayores reclamos de Eslovenia.
En breves instantes se llega al Casco Histórico, un paraíso para el peatón y el ciclista, ya que no circulan coches. Su pequeño tamaño, la contemplación de bellos edificios, las continuas paradas para fotografiar curiosos rincones urbanos y la enorme oferta de bares y terrazas donde tomar un refrigerio, convierten el paseo por las calles de Ljubljana en una experiencia relajada y placentera.
Ljubljana Apuesta a la modernidad
Si algo caracteriza la visita a esta capital son las sensaciones de vitalidad, alegría y elegancia que transmite. El visitante rápidamente capta un ambiente distendido y agradable, repleto de ganas de vivir por parte de los habitantes, como queriendo olvidar la sumisión de las opacas décadas anteriores, deseando pasar página y convirtiendo el presente en una apuesta por la modernidad y el futuro.
Y todo ello conviviendo con las extraordinarias muestras del patrimonio histórico que atesora Ljubljana. El listado de monumentos a visitar es extenso, pero algunos de ellos destacan sobre el resto y requieren una mayor atención. Es el caso de la Catedral de San Nicolás, desde lejos reconocible por sus dos torres gemelas y la portentosa cúpula pintada de verde, y que al aproximarnos nos invita a conocer las pinturas dieciochescas de su interior tras atravesar unas pesadas e intrigantes puertas con relieves de bronce.
Muy cerca se halla la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción del siglo XVII y situada en la Plaza Preseren, verdadero epicentro de Ljubljana. Aquí se siente el latir de la ciudad, a orillas del río Ljubljnica, cuyo cauce nos ofrece una posibilidad diferente para visitar el lugar: navegando sobre sus aguas.
Las embarcaciones nos zambullen en el centro y la historia de Ljubljana y nos proporcionan una perspectiva del conjunto urbano que nos hace sentir pequeños ante el volumen de los edificios y la belleza del arte que ofrecen en forma de construcciones renacentistas, barrocas y propias del art nouveau, ya que todo el Casco Viejo de Ljubljana es fruto de dos momentos constructivos que sucedieron a sendos terremotos, uno en 1511 y otro en 1895.
Identidad arquitectónica
Estos sismos arrasaron gran parte de la ciudad, pero sus vecinos, en vez de lamentarse, decidieron acometer con reconstrucciones ejemplares alzando durante los siglos XVI y XVII, y posteriormente a comienzos del siglo XX, enormes casonas, palacios y edificios públicos que plasman la voluntad del pueblo esloveno de hacer frente a las desgracias, siempre con un gusto por las formas y un saber hacer que son sus señas de identidad.
Ejemplos de ellos son la Casa Schweiger o el Palacio Gruber de estilo barroco, la Antigua Universidad o el edificio de la Filarmónica de aires neoclásicos situados en la Plaza del Congreso, o las casas Krisper, Bamberg o Urbanc que junto al edificio del Hotel Unión son los máximos exponentes del art nouveau en Ljubljana.
Así, descubriendo Ljubljana desde la altura de su castillo, sumergidos en el cauce del río o a ras de calle, acercándonos a los establecimientos de moda, paseando por sus mercados en las plazas o admirando su artesanía, tradicionalmente expuesta sobre los bellos puentes que atraviesan el río, como el Puente Triple o el de los Zapateros, la visita a esta capital europea es todo un soplo de aire fresco que con el paso del tiempo se convierte en un gratísimo recuerdo de gente amable que afrontan el futuro desde un lugar bello, donde la historia, a veces triste y otras esplendorosa, surge en cada esquina.
Más información: Visit Ljubljana