Lejos de igualar la velocidad de los antiguos chasquis, miles de viajeros de todo el mundo recorren los magníficos caminos incas que comunicaban el imperio. Desde Cusco, la aventura de un trekking de cuatro días por la ruta precolombina hasta la mítica ciudadela de Machu Picchu.
Para los amantes del trekking, toda huella, sendero o picada es una invitación a la aventura y, cuanto menos transitada esté, mejor. Sin embargo existe un camino que, a pesar de ser muy visitado, es un clásico de los caminantes: el Camino Inca. La antigua vía imperial conduce, luego de cuatro intensos días de marcha, hasta la ciudadela perdida de los incas: Machu Picchu. Esta suerte de autopista precolombina tenía cuatro caminos principales que iban a cada punto cardinal integrando el imperio.
Todos los caminos conducen a…
Cusco. En quechua significa “el ombligo del mundo” ya que, según la mitología inca, allí convergían los tres mundos que formaban el universo de esta antigua civilización. Esta bellísima ciudad –capital del antiguo imperio– es la metrópoli precolombina más importante de Sudamérica y heredera de una tradición cultural milenaria que conjuga el pasado incaico con el español, luego de la Conquista en el siglo XVI.
Al ser tan amplio, las comunicaciones del imperio estaban a cargo de los chasquis, funcionarios del Imperio. Estos jóvenes y entrenados mensajeros transmitían los encargos velozmente a través de una serie de postas. Según las antiguas crónicas, estos ágiles y resistentes emisarios podían llevar al Inca –que residía en la capital– pescado fresco desde la costa, haciendo más de 600 km y trepando grandes alturas.
El camino inca está muy bien conservado y recorrerlo es remontarse a un pasado milenario con deslumbrantes escenarios en la zona de transición entre el altiplano andino, los bosques nubosos y el comienzo de la selva amazónica. En poco más de 40 kilómetros se ven misteriosos paisajes, vestigios arqueológicos y una riquísima flora. La estratégica ubicación de cada una de las ruinas que se ven en la travesía es una clara muestra de lo meticulosos que eran los incas a la hora de construir.
Si bien este trekking se ha hecho popular entre los jóvenes, a lo largo del camino es emocionante ver gente de todas las edades. Con otro ritmo y una gran sonrisa en la cara, emprenden el desafío porque, cueste lo que cueste, “la Petra de los Andes” al final del camino bien vale la pena.
El trekking de cuatro días parte del kilómetro 82 de la vía férrea que une Cusco con Quillabamba, a 2600 msnm. Mientras los turistas ponen sus cosas en la mochila, los porteadores cargan cacerolas, víveres, carpas y demás objetos necesarios para acampar. Y cuando el viajero recién da los primeros tímidos pasos, estos “chasquis contemporáneos” ya han sacado gran ventaja cargando mucho más peso y sin usar sofisticadas mochilas ni botas especializadas. Paso a paso la pregunta es la misma: ¿por qué corren y cómo hacen para no resbalarse usando unas sencillas sandalias con suela prácticamente lisa? Corren porque el primer porteador que llegue al lugar de acampe escogerá el mejor lugar para su grupo y además, podrá tener lista la comida para los agotados caminantes que llegarán después.
El primer día es poco exigente. El camino es sencillo y ondulado y se tiene una hermosa vista del nevado la Verónica (5850 msnm). El sitio arqueológico más llamativo de la jornada es Llaqtapata, ruinas de lo que antes fue un pueblo en la ladera de una colina y donde se observan las características terrazas de cultivo inca. Después de la cena, el guía explica cómo será el segundo y más exigente día de trekking y ofrece a quienes lo consideren necesario “alquilar un porteador”, o sea, pagar unos soles extras para que le carguen la mochila. Y advierte que conviene hacerlo esa misma noche porque al día siguiente, el servicio se irá encareciendo a medida que pasen las horas y la altura aumente tanto como el cansancio.
Luego de un suculento desayuno comienza el temido segundo día y ciertamente lo es ya que son cinco agotadoras horas de permanente subida hasta llegar al Paso de la Mujer Muerta (a 4200 msnm). Allí el paisaje se torna árido y con un clima impredecible.
Una vez en los 4200 metros, la vista es imponente e intimidante de tanta grandeza. El frío no deja quedarse a descansar mucho y hay que seguir caminando, pero esta vez en una abrupta e interminable bajada por enormes escalones que llegan a ser un verdadero desafío para las rodillas.
El tercer día es muy interesante porque se visitan diversos sitios arqueológicos, de los que se destaca Phuyupatamarka o “Pueblo sobre las nubes” porque tal es la sensación al estar a 3600 msnm.
Esa noche –última antes de llegar a Machu Picchu– se duerme en un refugio donde hay duchas y venta de comestibles. Como al refugio se llega temprano, hay tiempo para visitar Wiñaywayna. Este sitio arqueológico –que significa “Siempre Joven”– es, luego de Machu Picchu, el más bonito, por su perfecta ubicación, su arquitectura y por su entorno natural, con cascada incluida. Sin dudas, este sitio es una excelente y mínima muestra de lo que está por venir.
El gran día
La noche previa al gran día cuesta dormir. A pesar del cansancio, la excitación puede más y se siente en el aire.
Se amanece bien temprano y cerca de las 5.30 am se emprende la marcha. Con cada paso dado, la ansiedad aumenta y todos quieren llegar primero. Luego de hora y media de caminata se arriba a la Puerta del Sol –-que no es una puerta– y allí se tiene una vista que quedará estampada en la retina para siempre. Finalmente “La ciudad perdida de los Incas” está frente a uno. Luego de una breve pero profunda contemplación hay que seguir para llegar a las ruinas.
Una de las ventajas de hacer el camino es que, al llegar temprano, el sitio está desierto ya que el tren que viene de Cusco recién arriba las 11 am. Aunque poco a poco se irá poblando de gente, todos son respetuosos del lugar y hay un sentimiento compartido por poder estar allí. De todos modos, si se puede, vale la pena dormir en Aguas Calientes –el poblado más cercano– y volver a la mañana siguiente bien temprano.
Machu Picchu fue un antiguo poblado inca construido a mediados del siglo XV, en un promontorio rocoso que une las montañas Machu Picchu (“montaña vieja”) y Wayna Picchu (“montaña joven”). A pesar del cansancio acumulado es muy recomendable subir al empinado Wayna Picchu (2700 msnm) porque desde allí hay una vista excepcional y poco convencional de Machu Picchu. El halo de misterio que envuelve a este lugar se debe a que aún hoy no se ha dilucidado su origen ni el uso dado. Algunos dicen que habría sido el palacio privado del primer emperador Pachacutec, o Inca Yupanqui. Pero también se cree que fue un santuario religioso. Si bien es cierto que Hiram Bingham no “descubrió” las ruinas en 1911 porque éstas nunca se “perdieron”, sí es cierto que fue el primero en reconocer su importancia. Y quizás, todos los caminantes que las visitan día a día sienten ante la impactante ciudadela lo que Bingham sintió cuando la vio por primera vez.
Trekking: Hay dos trekkings: de 2 ó 4 días, ambos con guía. Hay tours completos en cualquiera de las agencias que rodean la Plaza de Armas en Cusco.
Cuándo ir: Todo el año pero de noviembre a marzo es época de lluvias con menos visibilidad por la abundancia de nubes.
Cuánto cuesta: Varía según la época del año y la agencia que se contrate. Conviene tener en cuenta que algunas cuestan más caro y no hay gran diferencia con otras más baratas. En promedio, el trekking de 4 días cuesta alrededor de US$400. El precio incluye: traslados desde y hasta Cusco, guías y porteadores y todas las comidas. Como hay cupo de visitantes por día, es recomendable checar disponibilidad y reservar con anticipación.
Recomendación: La aclimatación previa es esencial para no padecer mal de altura. Conviene pasar unos días en Cusco antes. El té de coca es muy recomendable si se siente mal.
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