Ya no por su original uso, sino por esa particularidad artística que presentan, las escaleras contra incendio de Manhattan destacan en el paisaje urbano de Nueva York.
Al caminar por Manhattan y observar sus edificios, hay un elemento constructivo que destaca en su exterior, tan utilitario como decorativo: las escaleras contra incendio.
La mayoría de ellas con su herrería pintada de negro, otras en azul, rojo o blanco, muestran una increíble diversidad de formas y soluciones estructurales, ya sean sobrias, estilizadas, repletas de filigranas o hasta un poco barrocas.
Más que un pedazo de metal
Siempre me fascinó ver estas escaleras en las películas, y como me comentaba un amigo, recorriendo desde el Downtown, andando por el Village o Soho, hasta el otro extremo, en Harlem, sin las escaleras de incendio, esta urbe no sería lo que es, pues esos pedazos de metal, más cercanos a adornos que a mecanismos de emergencias, sirven para que los inquilinos de las viviendas se sienten en animados grupos a platicar mientras mitigan el calor intenso del verano, a fumar, descansar, y hasta crear un huerto, colgar banderas en fechas patrióticas o incluso alguna ropa a secar. Y como un extra, funcionan para admirar la ciudad.
Escenarios del cine en Manhattan
Estas estructuras tan típicas, fueron inmortalizadas en filmes donde igual escapaba un gánster, que se daban ocultos encuentros amorosos, como en el mítico West Side Story, o también en Breakfast at Tiffany’s, de Truman Capote, donde el personaje Holly Golightly sale a las escaleras de incendio con su guitarra y canta Moon River, así como en Ghost, cuando Demi Moore pierde a su prometido, Patrick Swayze, en la película de 1990 del director Jerry Zucker.
Igualmente, una de estas escaleras sirvió para la trama del cuento de Cornell Woolrich, The Boy Cried, sobre un joven que una noche es testigo de un asesinato en un apartamento vecino, filmado años después como un thriller de suspenso “La ventana indiscreta” en 1954, por Alfred Hitchcock.
Seguridad y diversidad en Manhattan
Sin embargo, etas estructuras metálicas no surgieron en Estados Unidos, sino en Inglaterra a fines del siglo XVIII, cuando crearon una máquina denominada “escape de fuego”, la cual al amarrarla a una ventana permitía bajar ante cualquier contingencia hacia la calle, sin daño alguno. Y ya en 1888, los norteamericanos habían concedido 1,099 patentes sobre salidas y escapes de incendios de «muchas formas y de cada material posible».
Y no sólo se popularizaron en las nuevas edificaciones, si no que se añadían a las ya existentes, además de que imponerse la obligatoriedad de salidas de incendios en lo erigido durante casi todo el siglo XX.
En Manhattan, el 25 de marzo de 1911 sucedió un terrible incendio en una fábrica de camisas, Triangle Shirtwaist, provocando la pérdida de 126 obreras, hecho que impulsó la proliferación de escaleras de incendio en cualquier inmueble que lo requiriera.
Así, aprovechando una reciente estancia en Manhattan tomé algunas imágenes de escaleras, ya no por su original uso, sino por esa particularidad artística presente en éstas.
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