Trovadores y poetas han dedicado extensas líneas a la bella Mérida, capital yucateca mejor conocida como la “Ciudad Blanca”, fundada el 6 de enero de 1542 por Francisco de Montejo y León.
La estructura de su plano arquitectónico urbano es muy sencilla, ya que la ubicación de sus calles corre de la siguiente forma: las de número impar avanzan en orden descendente de sur a norte, y las de número par, en orden ascendente de oriente a poniente, por lo que es muy difícil perderse.
En su interior se presentan numerosas joyas arquitectónicas de la época de la Colonia, como la Plaza Mayor o Plaza de La Constitución, levantada en el perímetro de las calles 60 y 65, donde frondosos arbustos embellecen más el ambiente. Al frente está la Catedral de San Ildelfonso, cuya antigüedad la coloca en segundo lugar en América. Fue construida con las piedras de las ruinas de la ciudad maya T´Hó; en su estilo arquitectónico destaca el mosaico de sus torres e interiores.
Al costado sur, en la calle 63 se ubica el Ateneo Peninsular, construcción terminada en 1760 que durante varios años albergó a las capillas de San José, de Nuestra Señora del Rosario y la de San Ildelfonso, las cuales junto con la Catedral conforman el Palacio Episcopal, hoy en día, sede del Museo de Arte Contemporáneo de Yucatán, mejor conocido como MACAY.
La Casa de Montejo es el más claro ejemplo del estilo plateresco, desgraciadamente su fachada es lo único que se conserva en perfecto estado. Del Palacio Municipal destacan el Escudo Nacional y el de la Ciudad de Mérida.
La Casa del Alguacil con sus arcos de medio punto y el Palacio de Gobierno, en cuyo interior se encuentran plasmadas 27 pinturas murales representando pasajes de la historia, sobresalen también por su fina arquitectura.
Al oeste de la ciudad se ubica el Palacio Municipal, conocido como la antigua Casa Consistorial, edificio de bella presencia que guarda también grandes historias.
El Museo de la Canción se ubica en la Casa de la Cultura, a un costado del Templo de las Monjas, ahí se entiende y constata el por qué los trovadores yucatecos tuvieron tanta influencia en la música romántica mexicana.
En el Parque Los Héroes, mejor conocido como «Santa Lucía», entre la Calle 60 y la 65, las noches de jueves se hace presente la romántica tradición de las serenatas, en un espectáculo fino y animado que se acompaña por poesía y bailes regionales.
En el Museo de Arte Popular se muestran diferentes aspectos culturales de nuestro país. Este sitio también es muy concurrido por los artesanos de Yucatán quienes llegan a vender sus artículos hechos con madera, barro, bejuco, piel, fibra de henequén, así como con piedras y metales.
Caminar por el Paseo de Montejo es obligado al visitar Mérida. Esta amplia y arbolada avenida fue construida en honor al fundador de la ciudad. Al transcurrir del tiempo se han levantado diversas estatuas en homenaje a otras personalidades como Justo Sierra y Felipe Carrillo Puerto. Del mismo modo ha sufrido varias ampliaciones como la que se llevó a cabo en 1979 ahora conocida como Prolongación de Montejo, en este tramo se construyó una glorieta más donde se colocó una fuente, el final de la flamante calle lo marca el monumento a Gonzalo Guerrero, a quien se considera padre del mestizaje en el país.
De las residencias originales construidas a lo largo del paseo sólo quedan algunas en estilos francés, italiano, inglés e incluso del tipo mediterráneo, rodeadas actualmente por tiendas, restaurantes y hoteles, que la han convertido en la zona preferida del turismo.
Otros sitios de interés son la Avenida Colón, casi contemporánea al Paseo de Montejo; el Parque Centenario, construido para celebrar los 100 años de la Independencia de México, así como los barrios de San Juan, Santiago, San Cristóbal y La Mejora, que llaman la atención por sus templos y expendios de artesanías.
El mercado grande, los portales y la calle ancha del bazar constituyen el centro de la zona comercial de Mérida; del mismo modo destacan El Palacio Cantón, hoy Museo Regional de Antropología; el Teatro José Peón Contreras. Asimismo el Centro de Convenciones y Exposiciones Yucatán Siglo XXI.
El encanto de las haciendas henequeneras
En el entorno campestre de la ciudad de Mérida, se encuentran lo que en su momento fueran importantes haciendas henequeneras, mismas que después de quedar casi en el abandono y desuso, hoy están convertidas en hoteles de lujo, en donde la vida fluye en la escala de la máxima relajación. Las haciendas remozadas son, en conjunto, un paraíso íntimo admirable y se localizan a pocos minutos de la capital yucateca.
Hacienda Katanchel, Hacienda San José Cholul, Hacienda Ochil, Hacienda San Pedro Chimay, Hacienda Temozón Sur, Hacienda Santa Rosa de Lima, Hacienda Kancabchén, Hacienda San Ildefonso Teya, Hacienda Yaxcopoil, Hacienda San Antonio Cucul, Hacienda X’canatún, Hacienda Poxilá, Hacienda San Antonio Tahdzibichén, Hacienda San Nicolás Dzoyaxché o la Hacienda San Pedro Chimay, son algunos lugares en los cuales podrá hospedarse y disfrutar de su relajado ambiente, realizar un acontecimiento especial, como una boda, XV años y hasta un bautizo, así como reuniones de negocios.
La ceiba, el flamboyán, la lluvia de oro, la buganvilla, la palma real, el ave de paraíso y la jacaranda, son algunos de los árboles, plantas y flores, que privilegian la belleza de su paisaje y atraen toda clase de aves multicolores. Gracias a los hoteles-hacienda, Yucatán se ha ido ganando la fama de ser un edén de envidiable riqueza.
Cenotes, lugares sagrados
La vida en Mérida y Yucatán no sería la misma sin los cenotes, milenarios ríos subterráneos de aguas claras que incitan a la aventura y que confortan el cuerpo al sumergirse en ellos. No todos son cristalinos y propicios para un chapuzón, hay algunos que la misma naturaleza ha reservado para la fauna, especialmente murciélagos, éstos generalmente son de difícil acceso y peligrosos. En los alrededores de Mérida y en la propia ciudad existen infinidad de cenotes, uno de los más bellos es el que se encuentra en el sitio arqueológico de Dzibilchaltún, a cielo abierto, y de aguas cristalinas.
Leyendas, romances y hazañas valerosas resuenan en las paredes húmedas de los cenotes ocultos a la luz solar, y para que el turista acceda a ellos es necesario contar con un experto guía. Se cree que estos lugares se usaban en la antigüedad para extraer el Zuhuy há, agua virgen en maya, para preparar los alimentos destinados a determinadas ceremonias, por ejemplo el Cha chaac, ritual para la petición de lluvia, en el cual es necesario tener agua pura que no haya sido vista por nadie.
Esta es sólo una probadita de lo que ofrece la blanca Mérida, cuna de afamados escritores y compositores, localidad que espera a todo aquel que se adentre a visitarla, con los brazos abiertos.
Más información: Visit Mérida