Caminar por las calles de París es una experiencia excitante, porque cada casa o barrio está lleno de una arquitectura elegante, bella y que no cansa a la vista. Pero, lo que si es agotador es caminar de un museo a otro debido al desconocimiento y a veces al temor que suele ofrecer para un extranjero el abordar el metro o el autobús.
El transporte público francés es utilizado por todas las clases sociales, desde hombres de negocios hasta el más humilde inmigrante que busca oportunidades de una mejor vida; por lo tanto, los turistas no quedan excluidos de usarlo para sacarle el máximo provecho de conocer la vida parisina, incluso de noche.
Así que, amigo viajero, no se preocupe por el idioma, porque todas las estaciones están claramente identificadas. Claro, no como en la Ciudad de México que cada estación tiene un logotipo.
Sólo deberá aprender a leer palabras como “sortie” que es salida y “correspondances” que se refiere a los transbordos que debe hacer de una línea a otra. Tampoco se asuste al ver el mapa con la telaraña de 30 líneas y varios centenares de estaciones, sólo usará muy pocas, las que lo lleven a los sitios de interés.
El costo del boleto varia por viaje, entre 1.90 euros el trayecto más corto hasta 2.80 el más largo, porque a la hora de comprar su ticket debe decir a dónde va. Dada esta circunstancia, lo más conveniente es adquirir un pase diario que le costará 18 francos, que a la larga resulta una inversión y no pérdida de tiempo en largas filas.
En todos los hoteles de París y puestos de periódicos parisinos venden mapas de la ciudad; el plano maestro señala las calles y muchas “m”, que es el metro acompañado de un número. Bueno, al reverso viene la relación del citado número indicando a que estación se refiere y la línea, lo que resta es ver donde está usted y encontrar la ruta… fácil.
El mismo sistema obedece con el autobús, que cuesta 2.50 euros, es cómodo y con la ventaja de que puede ver las calles al igual que caminar. La desventaja, éste transporte se detiene en cada parada por horarios y, en cambio, el metro es continuo.
Ahora que ya conoce el secreto, pues a viajar
Al Arco del Triunfo, que conmemora a la Grand Armée de Napoleón, se puede llegar por las estaciones Franklin D. Roosevelt o Champs Elisèes Clémenceau, dependiendo la línea que le quede más cómoda, gracias a que ambas están a una calle de este monumento.
Además, Champs Elisèes Clémenceau lo deja cerca del boulevard Haussman, que cuenta con varias galerías y casas-museos, cuyos dueños han habilitado ciertas áreas para mostrar sus colecciones.
El Museo de los Inválidos, en cuya colección se encuentran tres piezas de artillería que se usaron durante la intervención francesa en México, además de que en su tienda encontrará el libro de dibujos “Camerone” que habla de una batalla que perdieron los galos durante su paso en nuestro país, está rodeado, al igual que la Tumba de Napoleón, por diferentes líneas del metro; todas se van por la estación Invalides, pero a un costado del monumento se encuentra Varenes, que tiene la enorme ventaja que su salida va directo al museo Rodin, así que primero puede apreciar las populares esculturas de éste maestro y luego ver la militaría.
Pero, seguramente quiere saber cómo llega a Notre Dame. Enclavada en una isla, la única estación que ahí se detiene es Cité, en cuya salida hay un bazar de chuchulucos para mascotas, la verdad es más barato en México, pero si quiere presumir que compró el collar para su perro en París, adelante.
No hace falta hablar del importante simbolismo que representa la máxima catedral francesa, donde por cierto ya tienen una sección dedicada a la mismísima Virgen de Guadalupe, y cada vela para la Patrona de América cuesta 4 euros.
De igual manera Cité lo deja muy cerca del afamado Museo de Louvre, aunque también hay una estación más próxima que lleva el mismo nombre de la más grande galería de arte de todo el mundo.
Las dos opciones son interesantes, aunque la estación Louvre tiene la ventaja que al salir y caminar unos pasos, se encontrará con la majestuosidad del arco denominado Carrousel o carruaje en español, otro espectacular monumento napoleónico, aunque más pequeño que el del Triunfo.
Ahora bien, la estación Opera lo deja exactamente frente al Teatro de la Ópera de París, uno de los máximos exponentes de las bellas artes en el mundo, siempre lleno de personas que admiran las esculturas y la arquitectura del edificio.
Pero si su interés son las compras, a una calle se encuentran las tiendas Lafallete, las cuales ofrecen una gran variedad de artículos, en ocasiones, a buenos precios. Aquí encontrará todas las marcas de alta costura y perfumes.
A la iglesia que domina París desde un monte, Sacré Coeur o el Sagrado Corazón, se puede llegar por La Chapelle o Anvers; esta última tiene la ventaja de su cercanía al boulevard Rochechouart, donde hay una buena cantidad de tiendas que venden cosas baratas, parecido a los afamados mercados de “pulgas”.
Bueno, y qué decir del icono de la Ciudad Luz, la Torre Eiffel. Para llegar a ella mediante este tipo de transporte subterráneo, es necesario descender en Iéna; un poco más alejada está la estación Trocaderé y Passy, por si le cansan los transbordos (en cada interconexión del metro se camina en serio) y prefiere un trayecto directo.
Amigo, si en estas vacaciones está dentro de sus planes visitar París, no se angustie ni tenga miedo, la mayoría de las estaciones le lleva a algún punto interesante de la capital francesa, lo único que tiene que hacer es aventurarse; se dará cuenta que es fácil viajar en metro por estas latitudes y aprenderá mucho al estar en contacto directo con otras culturas; de esta manera aprovechará mejor su estancia.
Bon Voyage.