Las antiguas culturas mesoamericanas tuvieron una gran variedad de dioses que representaron los elementos naturales y otras manifestaciones. Así, en esta gran área denominada Mesoamérica, los dioses se paseaban de una cultura a otra, ya que al ser manifestaciones de la naturaleza se encontraban lo mismo en el norte que en el sur y en el oriente tanto como en el occidente; lo único que cambiaba era su nombre.
En esta ocasión nos vamos a referir solo a una de esas deidades, que en esta época, parecería que se levantará de su sepulcro, a veces en el olvido, para departir con nosotros, aunque sea sólo por un par de días. Nos estamos refiriendo a Mictecacíhuatl, “la señora de la muerte” del panteón mexica.
En la cosmovisión de esta cultura, la muerte no era más que el fin de un ciclo y el principio de otro, no tenía la carga moral de hoy en día, ni existía en su forma de ver el mundo un cielo y un infierno, como en la visión católica que trajeron los españoles.
Para los mexicas el universo se dividida de la siguiente manera: 13 estratos superiores, la tierra donde vivimos y 9 niveles inferiores. Así, se tenían la creencia de que el lugar en donde el difunto iría después de su deceso estaba ligado a la manera en como fallecía, es decir que su “última morada” no era vinculada con sus acciones en este mundo, sino en la manera en que lo dejaba.
Los antiguos pobladores de la Cuenca del Valle de México pensaban que existían varias direcciones que podían tomar los difuntos, y estas eran:
Omeyacan: que era el lugar presidido por Huitzilopochtli, dios tutelar de los mexicas y de la guerra. En este sitio solo podían entrar las personas que habían muerto en combate, los sacrificados y las muertas en parto. Esta idea es muy importante, porque en la cosmovisión mexica una mujer que moría al momento de dar a luz, era equiparada con un guerrero que había dado su vida por traer un cautivo y tenían el privilegio de acompañar al Sol desde su salida hasta el atardecer. Para los aztecas el ir a este lugar después de morir era un gran honor concedido solo a algunos afortunados.
Tlalocan: Lugar presidido por Tláloc, el dios de la lluvia, donde podríamos encontrar a todas las personas que tuvieron una muerte relacionada con el agua, como serian: los ahogados, a quienes les caía un rayo, a quienes hubieran padecido una enfermedad como la gota, la sarna, la hidropesía (retención de agua en algunos órganos). Además de los niños que eran sacrificados en honor al dios de la lluvia para que el vital líquido no escaseara. En este lugar los habitantes gozaban de abundancia y descanso.
Mictlán: Era el destino de las personas que fallecían por muerte natural, es decir, de la gran mayoría. Estaba presidido por la pareja compuesta por Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, señor y señora del lugar de los muertos. A este lugar se accedía después de un largo viaje que comenzaba con la muerte de la persona, la cual tenía que viajar por cuatro años. Era un lugar muy oscuro, del que no se podía salir, localizado al norte y compuesto de 9 dimensiones:
- 1.- Apanohuaia o Itzcuintlan: Aquí había un río caudaloso, la única forma de cruzarlo era con ayuda de Xólotl. Si en vida no se había tratado bien a algún perro, el muerto se quedaba en esta dimensión por la eternidad.
- 2.- Tepectli Monamictlan: Lugar donde los cerros chocan entre sí.
- 3.- Iztepetl: Cerro de navajas, lugar erizado de pedernales.
- 4.- Izteecayan: Lugar en el que sopla el viento de navajas, un sitio con una sierra compuesta de ocho colinas y nevadas copiosas.
- 5.- Paniecatacoyan: Lugar donde los cuerpos flotan como banderas; estaba al pie de la última colina del Izteecayan y ahí empezaba una zona desértica compuesta de ocho páramos que había que recorrer.
- 6.- Timiminaloayan: Lugar donde flechan; sendero en cuyos lados manos invisibles envían puntiagudas saetas y acribillan a los pasantes.
- 7.- Teocoyocualloa: Lugar donde las fieras se alimentan de los corazones. En este pasaje, una fiera salvaje abría el pecho del difunto para comerle el corazón, ya que sin este órgano, la persona caía en un charco donde era ferozmente perseguida por un caimán.
- 8.- Izmictlan Apochcalolca: El camino de niebla que enceguece, lugar en que se tenían que vadear nueve ríos para llegar al sitio donde le esperaba su descanso final.
- 9.- Chicunamictlan: Aquí las almas encontraban el descanso anhelado. Era el más profundo de los lugares de los señores de la muerte.
Después de pasar todos estos obstáculos, se llegaba a la liberación de la tonalli (alma). Entre los demás dioses de Mictlan se encuentran Acolmiztli, Chalmecacíhualt, Chalmécatl y Acolnahuácatl.
Para recorrer tan largo camino, el difunto era enterrado con un perro, el cual le ayudaría a cruzar un río y llegar ante Mictlantecuhtli, a quien debía entregar como ofrenda atados de teas y cañas de perfume, algodón (ixcátl), hilos colorados y mantas. Quienes iban al Mictlán recibían como ofrenda cuatro flechas y cuatro teas atadas con hilo de algodón.
Cuando una persona fallecía era enterrada con varias ofrendas que contenían los objetos que había utilizado en vida, pero también se le ponían los utensilios que necesitaría para el largo viaje al inframundo, de esta manera se colocaban instrumentos musicales, un atado de cañas y de flechas que daría de ofrenda a los señores del Lugar de los muertos, braseros, incensarios, etc.
Mictecacihuatl tenía como propósito vigilar los huesos de los muertos. Además presidía las festividades hechas en honor a los muertos, que duraban dos meses.
Durante el mes llamado Tlaxochimaco, se celebraba la Miccailhuitntli o fiesta de los muertitos, alrededor del 16 de julio. Esta fiesta iniciaba cuando se cortaba en el bosque el árbol llamado xócotl, al cual le quitaban la corteza y le ponían flores para adornarlo. En la celebración participaban todos, y se hacían ofrendas al árbol durante veinte días.
En el décimo mes del calendario, se celebraba la Ueymicailhuitl, o fiesta de los muertos grandes. Esta celebración se llevaba a cabo alrededor del 5 de agosto, cuando decían que caía el xócotl. En esta fiesta se realizaban procesiones que concluían con rondas en torno al árbol. Se acostumbraba realizar sacrificios de personas y se hacían grandes comidas.
Después, ponían una figura de bledo en la punta del árbol y danzaban, vestidos con plumas preciosas y cascabeles. Al finalizar la fiesta, los jóvenes subían al árbol para quitar la figura, se derribaba el xócotl y terminaba la celebración.
En esta fiesta, la gente acostumbraba colocar altares con ofrendas para recordar a sus muertos.
Cuando llegaron los españoles, estas celebraciones no se terminaron, sino que fueron relacionados con las festividades españolas, lo que dio como resultado nuestro día de muertos.
Como sabemos y podemos ver, nuestra celebración de muertos, ocurrida los días 1 y 2 de noviembre, es producto del mestizaje del que fue objeto México cuando se juntaron dos culturas como la indígena y la española.
Y hasta nuestros días sigue presente la figura de la diosa de la muerte, Mictecacíhuatl, en algunos lugares como es Mixquic, donde podemos observar una figura de la deidad encontrada en el patio del convento de la iglesia de San Andrés.
Así, la tradición sigue viva y Mictecacíhuatl, la “Dama de la Muerte” vuelve a deambular por estas tierras, aunque solo sea visible los días 1 y 2 de noviembre.
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