Al sur del río Níger, en Mali, donde empiezan las tierras secas del Sahel, se levanta el acantilado de Bandiagara, falla geológica de 150 km de largo y trescientos metros de altura que, desde hace siglos, sirve de protección para el pueblo Dogon. Ahí pudieron mantener intactas sus tradiciones e identidad hasta que fueron descubiertos en la década de 1930 por antropólogos franceses.
A pesar de este proceso, actualmente es una de las culturas más interesantes de África y hacer senderismo o trekking a lo largo del terreno escarpado de Bandiagara, asegura al visitante una de las experiencias más intensas del continente africano.
Las huellas del tiempo
Un recorrido por el país Dogon puede tener la duración que se desee, entre un par de días o tres semanas, ya que hay varios puntos de acceso y regreso a las grandes poblaciones de Mopti o Bandiagara. A pesar de encontrarse en una zona remota de Mali, no hay dificultad para seguir los caminos trazados por miles de pasos y centenares de años, entre las rocas y la piedra, y es un trekking recomendado para todas las edades y formas físicas.
Varios poblados a lo largo de la falla están acondicionados para alojar visitantes en pequeños campements con habitaciones, restaurante, baños y duchas, por lo que la ruta enlaza estos hoteles separados por pocas horas de marcha.
Es imprescindible contratar a un guía como Satimbe Travel que organiza recorridos por ésta y otras otras zonas cercanas como Mopti y Djenné. Pero no es necesario alquilar porteadores, ya que el buen clima que hay en la región todo el año, permite al excursionista ir con una mochila ligera. Para contratar al guía e iniciar el recorrido hay que visitar Bandiagara, la ciudad más cercana, donde también abundan los restaurantes internacionales y los grandes hoteles.
La comida durante las caminatas suele ser internacional, por lo que para probar algún plato tradicional lo mejor es cenar a la llegada o partida en alguno de los numerosos restaurantes de calidad de Bandiagara como Lafaida, ubicado en el centro de la población.
No hay que marchar sin probar el mafé, un plato de arroz con salsa de cacahuate típico de la región.
Rituales de hospitalidad de los dogones
En el país Dogon, las tradiciones aún se mantienen, por lo que al llegar a una nueva población siempre hay ritos que hay que cumplir: el primero de ellos es acercarse a la toguna para presentar los respetos al hogon, jerarca del poblado, quien suele ser el más anciano y por ello el más sabio. La toguna es la Casa de la Palabra, un cobertizo de maderas y ramas soportado por columnas que da sombra y fresco para sentarse debajo a hablar.
Es aquí donde suele pasar el tiempo el hogon, conversando con sus paisanos. El visitante se presenta ante él y le ofrece una bolsa de nueces de kola, el artículo de intercambio en Bandiagara y muy apreciado por los Dogon por sus cualidades estimulantes. A partir de entonces el jefe dará permiso al extranjero para recorrer el pueblo a su antojo. Se pueden ver entonces los elementos arquitectónicos tradicionales del pueblo, como sus casas fabricadas en adobe y, especialmente los graneros anexos. Los hay de dos tipos: para hombres y para mujeres, los dos construidos con el mismo material y coronados por un techo cónico vegetal. Se accede a ellos por una pequeña portezuela esculpida que protege el grano de mijo, que se guarda en los graneros masculinos y las joyas, verduras y cerveza de mijo que las mujeres guardan en los suyos.
Del acantilado a la llanura
Antiguamente los Dogon vivían justo bajo el acantilado de Bandiagara, donde la pared de piedra les ofrecía mayor seguridad, pero las construcciones encaramadas en las rocas eran de difícil acceso y poco a poco los pueblos han ido pasando a la llanura, a escasos cien metros del anterior y más cerca de los campos de cultivo.
Una visita también por las ruinas del pueblo anterior permite conocer algunas tradiciones antiguas, como la Maison des Femmes, la Casa de las Mujeres, edificio en el que se confinaba a las mujeres durante su período menstrual, mientras duraba su “impureza”.
Plazas con vida y color del país Dogon
En la visita a esta localidad no puede faltar el mercado. Cada población tiene un día concreto de la semana en la que hay uno, y es entonces cuando la plaza principal, normalmente una explanada a la sombra de grandes árboles, se llena de vida y de color. Las mujeres de los pueblos cercanos se acercan con sus productos en cestos a la cabeza y los extienden sobre telas en el mismo suelo.
Entre los productos y las ropas estampadas de las comerciantes y compradoras la plaza se llena del color de África. Con un poco de suerte se podrá adquirir también en el mercado alguna de las artesanías más típicas, por un lado las máscaras rituales talladas en madera, que utilizan en celebraciones y danzas, y por otro las telas de bogolán, un tipo de tejido pintado a mano con tintes naturales.
El mercado termina con el ocaso, como todas las jornadas en el país Dogon, donde se pueden contemplar espléndidas puestas de sol cenando a la intemperie, bajo una lámpara de petróleo. Aquí la electricidad no ha llegado aún. Las noches son especiales, con el cielo sin contaminación plagado de estrellas. No hay nada como contemplarlas saboreando un poco de la cerveza de mijo tradicional, servida en media calabaza. Antes de beber, hay que verter un poco del líquido en el suelo para los ancestros, según se dice, ya que en el País Dogon, las tradiciones ancestrales aún se mantienen vivas.
¿Cómo llegar? Compañías aéreas internacionales como Air France, Royal Air Maroc, Tunis Air y Air Algerie vuelan a Bamako, la capital de Mali. Desde ahí puede tomarse un autobús o un taxi particular hasta Mopti y seguir hasta Bandiagara.
¿Dónde hospedarse? Los mejores hoteles están en Bandiagara, al inicio del recorrido, y a lo largo de la falla se suceden los campements en los pequeños pueblos.
Datos sobre visados. Es necesario visado para entrar en Mali, que se inicia en el mismo aeropuerto de llegada y se termina en cualquier comisaría del país.
Más información: Los Dogon, el pueblo de los acantilados | Unesco