El ambiente mágico de esta pequeña población de apenas 1,400 habitantes, situada en el noreste del altiplano central potosino a 2,750 metros de altitud, empieza cuando uno cruza el Túnel de Ogarrio, el acceso principal al poblado.
Son 2.3 kilómetros que nos transportan a otro tiempo, a un «pueblo fantasma» lleno de construcciones y minas abandonadas, por debajo de una montaña horadada a hierro y sudor de los mineros de inicios del siglo pasado.
Este enorme túnel fue la última gran construcción que se hizo en Real de Catorce, antes de que se iniciara su decadencia como centro minero. Fue uno de los centros más grandes y productivos de San Luis Potosí. La plata era el material más abundante en la localidad. Se extrajo todo el material que había, y una vez agotado comenzó a decaer lentamente. Hoy, el pueblo vive principalmente de la agricultura, la ganadería y, desde luego, del turismo nacional y extranjero.
Real de Minas de la Limpia Concepción de los Álamos de Catorce
Este fue en un inicio, el nombre original de este singular pueblo. A mediados del siglo XVIII, después de ser incendiado por nómadas chichimecas, cambio ese nombre al de «Real de Minas de Nuestra Señora de la Purísima Concepción de los Álamos de Catorce», denominación que fue perdiendo vigencia, hasta su actual y simplificada denominación.
Real de Catorce se encuentra a 254 kilómetros de la capital San Luis Potosí y a 61 de Matehuala, en la vasta Sierra de Catorce, lo que le da el mejor paisaje de altura de toda la meseta central de México. Por esta característica topográfica, las mejores actividades turísticas son la caminata y la cabalgata a los cerros aledaños, sobre todo al Cerro del Quemado, centro ceremonial de las etnias huicholas.
Desde allí se extiende todo el impresionante paisaje del semidesierto hacía los bajos de Catorce, donde los indígenas recolectan el híkuri, mejor conocido como peyote, para emplearlo en sus ofrendas sagradas. En las partes bajas se localiza la reserva natural de Wiricuta, tierra sagrada de los Wixarrica.
El clima de la región es de tipo seco estepario, con temperaturas que alcanzan los 42 grados centígrados durante el día, y muy bajas temperaturas en la noche y madrugada, por lo que conviene ir conveniente preparado con la vestimenta adecuada, sin faltar los tenis para las caminatas. El paisaje agreste también se presta para la fotografía de cactus, nopaleras, matorrales, cardonales, pastizales, teniendo como fondo las grandes montañas y el cielo de azul transparente. Respecto a la fauna, también está conformada por especies desérticas, como las aves de rapiña y zopilotes, liebres, y las fascinantes pero peligrosas víboras de cascabel, de propiedades curativas.
Tras el Túnel de Ogarrio
Una vez que se pasa al otro lado del Túnel de Ogarrio, el paisaje urbano muestra al visitante su magia del paisaje y la arquitectura, entre calles bien empedradas que suben y bajan; para llevarnos a todos los sitios de atractivo interés para los visitantes, como lo es, en primer lugar, el Jardín Hidalgo, considerado el corazón del pueblo, muy arbolado y lleno de locales comerciales y restaurantes, en los que se puede disfrutar de la comida regional y convencional, a precios razonables.
Aquí la comida es diversa, ya que es común encontrar a extranjeros que tienen un restaurante de comida típica de su lugar de origen, sin embargo, para quien quiera conocer a fondo la cultura potosina y sus tradiciones puede degustar una buena comida típica como el asado de boda o la barbacoa, aderezados con un buen trago de mezcal, por cierto de muy buena calidad, producido en la región de Matehuala.
Sus hoteles y hostales han sido detalladamente decorados y las fachadas de las casas y construcciones nos llevan al pasado por su extraordinario trabajo de conservación.
Este pueblo fantasma ya se ha hecho mundialmente famoso por las películas internacionales que se han filmado en sus agrestes escenarios. Los «catorceños» se sienten orgullosos por haber tenido como visitantes a las luminarias del cine norteamericano Brad Pitt y Julia Roberts, entre otras. También hay grupos de «hippies», que ya viven de planta como ciudadanos.
A partir del zócalo o Plaza Hidalgo, se puede seguir un bonito y pausado viaje, sin prisas, sacando fotos, deteniéndose a platicar con los amigos y guías, etc., empezando por el Templo de la Purísima Concepción, cuya construcción empezó a fines del siglo XVIII, en 1793 y se concluyó en 1817. Su estilo arquitectónico es neoclásico con elementos dóricos y presenta una bella portada elaborada en cantera. Su planta ostenta la forma de cruz latina, destacando el piso de tarimas removibles de madera de mezquite, debajo de las cuales se enterró a los primeros difuntos del poblado.
Luego hay que ir a las Plazas de la Carbonera y Centenario, donde se reúnen parte de los edificios más famosos del lugar, como la Parroquia de la Inmaculada Concepción o el Palacio Municipal. No deben omitirse las minas de Dolores, Trompeta y Padre Flores. También están los Panteones, interesante lugar porque ahí se fincó la primera capilla del pueblo en 1775 por los franciscanos.
También está el museo parroquial, que resguarda objetos, fotografías y curiosidades encontradas en las minas y las construcciones antiguas del pueblo. La Capilla de Guadalupe, a la salida del pueblo, presenta una sencilla fachada de arco de medio punto, flanqueada por torres de un solo cuerpo. Construida en 1770, su interior es de planta de cruz latina y guarda un interesante conjunto de expresivas pinturas murales que reproducen varios temas religiosos.
También es digna de visitarse la Plaza de Toros, construida en el siglo XIX, en cantera rosa, época de bonanza minera. La acústica del lugar es extraordinaria, además que desde allí se observa una vista magnífica del valle y la cañada que rodean al poblado.
Por último, está el Palenque de gallos, erigido en 1863 también en cantera rosa y en forma de anfiteatro de la época clásica. En él se presentaron desde peleas de gallos hasta espectáculos artísticos, en las mismas épocas de bonanza. Hoy es un bello atractivo arquitectónico, también rodeado de sugerentes vistas panorámicas.
Las artesanías más representativas de esta región son las realizadas por la comunidad de Antonio Carrillo de la Cruz, quienes realizan obras basadas en las tradiciones de los huicholes. También es común encontrar ropas artesanales y muebles estilo rústico. Diferentes escenarios y situaciones se plasman en los cuadros realizados con hilo, éstas son artesanías muy apreciadas por los turistas.
En el aspecto ecoturístico, se pueden practicar actividades en las montañas vecinas en las cuales se convive con un hermoso bosque de encinos. Otra opción es caminar hacia las grutas de Jaquis y las de Alberca. Una experiencia inolvidable.
Días santos
Y para los amantes de las fiestas religiosas, diremos que en los primeros días de octubre, Real de Catorce celebra al «Santo Charrito» o San Francisco de Asís. La fiesta se compone de varios episodios, entre actos devotos y procesiones. Durante los festejos se realiza una feria a la cual acuden personas de muchas partes del país y también turismo extranjero.
El Día de Muertos es especialmente atractivo, pues los cementerios se llenan de lugareños, llevando a sus difuntos globos, flores, música, comida, y recuerdos. Siempre se pueden comprar artesanías huicholas, elaboradas con chaquira.
En suma, el pueblo mágico de Real de Catorce es una buena opción de paseo para todas las ocasiones, en plan de descanso y familiar. Hay que tomarse unos tres o cuatro días, para disfrutar descansadamente de ese destino, comer muy bien, caminar, sacar muchas fotografías, tomarse una buena cerveza en cualquier lugar, «abordar» cualquiera de las decenas de caballos que por todas partes se encuentran a la mano, o ir a conocer sus festivales religiosos y populares.
En cualquier caso, el turista encontrará la cálida hospitalidad de los lugareños, como es el caso del grupo de «Caballerangos» y «Niños Guardianes de Real de Catorce», encargados de brindar la mejor recepción a todos los visitantes y cuidar de la magia de este poblado.
Más información: Visita San Luis Potosí