De antigua villa de balleneros y buscadores de oro a hogar de grandes compañías como Microsoft, Boeing y Amazon. Seattle, en el noroeste de Estados Unidos, ofrece una interesante mezcla de atractivos.
Basta ver Seattle desde el aire para comprender porqué le dicen “La Ciudad Esmeralda”. Una extensa mancha verde domina una caprichosa geografía recortada por lagos azules formando un colorido tapiz. Es la ciudad más grande del Estado de Washington conocido como “Evergreen State” (“El Estado Siempre Verde”) por sus enormes bosques de coníferas atravesados por numerosos lagos y ríos. Seattle se encuentra en medio de un paisaje sumamente atractivo y custodiada por el imponente Monte Rainier, un volcán extinto de casi 4,400 metros con 26 grandes glaciares. La urbe está cercada por el Lago Washington y la bahía Puget Sound, junto al océano Pacífico y a sólo 155 kilómetros al sur de la frontera con Canadá. A su vez, el lago y la bahía están unidos por un canal y el Lago Unión, donde se practican deportes náuticos. Además, dos grandes cadenas montañosas, las Olympics y las Cascades, le brindan un marco de belleza perfecto.
Célebre Seattle
Seattle es famosa por varias cosas, entre ellas su popular cultura cafetera. No bien te asomas a la calle lo primero que ves es un Starbucks y no es exagerado decir que hay un café por cuadra. Por otro lado, también es conocida como “La Ciudad Lluviosa” ya que, salvo de julio a septiembre, todos los días son grises y con llovizna.
Sin embargo, gracias a su cercanía al mar y a las corrientes cálidas del Pacífico su clima es suave y moderado. Y si hablamos de celebridades, Jimmy Hendrix, Bruce Lee y su hijo Brandon Lee se relacionan con la ciudad. Los tres están enterrados aquí. El primero en Renton y los otros dos en Lake View, Capitol Hill.
Seattle también ha ganado fama por ser una de las ciudades con mejor calidad de vida. Sus calles son transitadas pero no con un ritmo frenético, no es excesivamente cara y la comida es muy variada, rica y accesible. Como viajero, uno se siente cómodo enseguida. Existe aquí un valioso equilibrio entre ser una ciudad moderna (donde la gente trabaja en el autobús con sus lap top) y tener un estilo de vida relajado. Después de las cinco de la tarde todos salen del trabajo y, al bajar el sol, los ciclistas se adueñan de las calles. Su aire “futurista” se debe a la presencia de empresas de alta tecnología, la moderna arquitectura del distrito financiero (en especial la biblioteca) y, principalmente, al símbolo de Seattle: la “Space Needle” (Aguja Espacial). La llamativa torre de 184 metros se construyó para la Feria Mundial de 1962. En su cima (a la que se llega en ascensor en apenas unos segundos) hay un mirador y un restaurante giratorio con una de las mejores panorámicas de la ciudad y su entorno.
El Gran Jefe
El nombre de Seattle es un homenaje al Jefe Sealth, un cacique que ofreció asilo y amistad a los primeros colonos blancos (cazadores y comerciantes) llegados a partir de 1840. En 1850 se fundó la ciudad y el gobierno fue presionando a los nativos para que se fueran a reservas dejando sus tierras a los colonos. Algunas tribus aceptaron y otras no por lo que hubo varios años de enfrentamientos hasta que en 1858 los habitantes originarios fueron derrotados y debieron irse.
Dos años después se descubrió oro y desde entonces la población siguió aumentando hasta 1880 convirtiendo a Seattle en un gran centro portuario. Pero la pujante villa sufrió un incendio en 1889 y tuvo que ser reconstruida. Actualmente se pueden ver restos de “la primera Seattle” en un excéntrico tour subterráneo en Pioneer Square.
El gran salto de la economía ocurrió durante la Primera Guerra Mundial con el aumento de producción de madera y alimentos. Luego vino la industrialización y Seattle se transformó en uno de los mayores fabricantes de barcos y aviones. En 1917 se fundó la fábrica Boeing y durante la Segunda Guerra Mundial se convirtió en el principal productor de aviones del mundo aunque dos años después se produjo la primera huelga general de Estados Unidos.
Los barrios de Seattle
En Seattle conviven distritos bien diferentes. Uno de ellos es Fremont, al otro lado del Canal que une Puget Sound y Lago Unión.
En los ’90 un grupo de bohemios y artistas librepensadores lo declararon independiente de Seattle y lo llamaron “La República de Fremont, Centro del Universo”. Y para indicar el “Centro del Universo” colocaron el fuselaje de un viejo cohete en el techo de un comercio.
Este “pequeño mundo aparte” tiene casas bajas, locales de diseño y muchas expresiones artísticas callejeras. Hay dos esculturas dignas de ver: un gran troll que aplasta a un escarabajo Volkswagen en escala real y otra con el mismísimo Lenin en el país capitalista por excelencia. Esta enorme obra de bronce fue rescatada de la Europa post comunista y traída a Fremont por un artista que la colocó provisoriamente en plena avenida principal.
En el elegante distrito de Queen Anne hay hermosas residencias con amplios jardines y pocas rejas. Allí se encuentra uno de los mejores miradores que ofrece la típica vista de las postales con la Space Needle sobresaliendo entre los rascacielos. Realmente parece una ciudad del futuro.
Capitol Hill se encuentra muy cerca del centro pero ha logrado conservar zonas no comerciales, a excepción de la concurrida Avenida Broadway con muchos bares y restaurantes además de una animada vida cultural y artística.
El distrito histórico de Pioneer Square está en el centro y a pocas cuadras de la costa. En él abundan antiguos edificios restaurados, galerías de arte, negocios de antigüedades, librerías, bares, clubes nocturnos y cafés al estilo europeo. En la plaza hay un pintoresco Tótem y una estatua de bronce del jefe nativo Sealth. Desde allí se puede ir al Distrito Internacional, el barrio donde una gran población de inmigrantes de China, Japón, Filipinas, Corea e Islas del Pacífico encontró su hogar. Allí hay mercados con productos asiáticos y muchos restaurantes especializados en comidas típicas.
Desde Pioneer Square hacia la costa está el Waterfront donde antiguos muelles fueron reciclados para albergar negocios y restaurantes. También está la estación de ferry de donde salen paseos en lancha que brindan una perspectiva diferente de la ciudad.
Muy cerca se encuentra el famoso Pike’s Market con una enorme variedad de puestos de venta con frutos frescos de mar, verduras y flores. Uno de los puestos es célebre por sus “peces voladores” cuando los vendedores se arrojan mutuamente los productos que la gente compra y siempre sorprenden a algún desprevenido.
Si de museos se trata, vale la pena mencionar el SAM (Seattle Art Museum), el Olympic Sculpture Park (una exhibición al aire libre y en la costa) y un museo totalmente atípico: la muestra interactiva Experience Music Project. Allí se puede hacer un peculiar repaso a la historia del rock. El edificio es muy moderno y se encuentra en el Seattle Center junto a la Space Needle, el Museo de Ciencia Ficción y otros sitios interesantes.
Para vivir la naturaleza las mejores atracciones están en las afueras. La Península Olímpica y el Parque Nacional Olímpico se encuentran al otro lado del Canal Puget y con un día despejado sus picos nevados son visibles desde el centro de la ciudad. El Parque Nacional Monte Rainier y el Monumento Nacional Monte Santa Helena se encuentran a 4 horas en auto desde el centro de Seattle.
Vayas donde vayas, Seattle se siente como una ciudad especial y con gente que vive de otra manera. Si así no fuera difícilmente hubiera sido la cuna de la música y el movimiento grunge (con bandas como Pearl Jam o Nirvana) a principios de los ‘90 y menos aún ser la meca del movimiento antiglobalización luego del N-30 en 1999 y en contra de la Organización Mundial de Comercio.
Así es Seattle, diferente y atractiva.
Más información: Visit Seattle