Tradición y arraigo
La Semana Santa de Medina es una de las fiestas más profundas y arraigadas que se celebran en España, y en ella se recuerda la pasión y muerte de Jesucristo. Las calles se convierten en escenarios de fervor y devoción religiosa, en los que se entremezclan el duelo y el recogimiento al recordar la muerte de Cristo, con la música, el arte, el colorido y la magia de las procesiones, desfiles solemnes en los que numerosas personas acompañan a las imágenes religiosas. En la actualidad, unos 3.000 cofrades acompañan a 30 pasos en 14 desfiles procesionales que recorren las calles del municipio, en silencio y con recogimiento.
Cuando el silencio se escucha
Aunque desde el viernes de Dolores y en los primeros días de la Semana Santa se suceden las procesiones y actos religiosos y festivos, es el Jueves Santo cuando comienzan las procesiones más emotivas. Un rumor de pasos y redobles destemplados de tambores, rompen el silencio por las calles que confluyen en la Plaza Mayor de la Hispanidad.
Conocida popularmente como Procesión de los Faroles, puesto que todos los cofrades desfilan alumbrado con sus faroles de las distintas imágenes, se inicia puntualmente cuando el reloj de la Colegiata da las 11 de la noche. Un impresionante silencio que se puede palpar en el ambiente, acompaña todo el recorrido que tiene su culminación en la Plaza Mayor de la Hispanidad cuando en la oscuridad de la noche a la luz de los faroles, el silencio queda roto por el canto del Miserere. Es quizás, la más emocionante de las procesiones que celebra la Semana Santa de Medina, recuperando así la antigua procesión de los «Pobres», de la cofradía de la Vera Cruz.
En la madrugada del jueves al viernes, la cofradía del Descendimiento traslada el Cristo de Santa Clara desde la iglesia de San Miguel hasta el monasterio de Santa Clara, realizando diversos actos penitenciales durante el recorrido por el barrio de la Mota y pasando por el espectacular Castillo de la Mota, joya de la arquitectura europea renacentista y Monumento Nacional desde 1904, conformando así la procesión de Sacrificio, una de las tres que tienen lugar el día de Viernes Santo.
La segunda procesión, denominada del Encuentro, parte de la colegiata de San Antolín, con los pasos de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la Virgen de la Soledad, acompañados por todas las cofradías, con sus respectivas bandas de cornetas y tambores. Cada imagen realiza un recorrido diferente, para encontrarse finalmente en la Plaza Mayor, donde el hijo se inclina ante su madre, mientras los espectadores sienten una profunda emoción. Es una de las procesiones con más carisma y devoción a la que asiste gran cantidad de público que se concentra en la plaza para escuchar la meditación pronunciada por un sacerdote cuando se produce el Encuentro.
La última procesión del día es la del Silencio, tan popular en otros lugares de Castilla. A ella acuden todas las cofradías con sus pasos, congregados en la Plaza Mayor de la Hispanidad y es el máximo exponente de la imaginería renacentista que caracteriza a las procesiones de Medina del Campo. En ella desfilan por las calles y plazas de la Villa de Ferias una de las colecciones de imágenes de Cristo del siglo XVI más espectaculares de España.
Los desfiles procesionales finalizan el Domingo de Resurrección, cuando tiene lugar el Encuentro entre Cristo Resucitado y la Virgen de la Alegría, junto al Sepulcro Vacío. Tras el encuentro en la plaza Mayor, inician la procesión todas las cofradías, con disparo de cohetes y suelta de palomas y globos, mientras las bandas de cornetas y tambores interpretan el Himno de la Alegría. Para reponer fuerzas Los medinenses y las gentes que acogen en estos días viven la Semana Santa en la calle, pero hay otro escenario fundamental que justifica el recuerdo entrañable de estas fechas: las reuniones de amigos y familiares. Es ahí donde, al calor de la conversación, la gastronomía de esta tierra se erige como protagonista.
La tierra de Medina es una comarca dedicada a la agricultura y a la ganadería en la que los productos de la tierra son la base de su gastronomía. Lo que fundamenta la cocina medinense no es la sofisticación de sus recetas sino el uso de una materia prima de calidad que se puede disfrutar en cualquiera de sus productos. Original y auténtica de por sí, los días de Pasión se viven en torno al sabor del potaje de garbanzos y el bacalao cocinado de mil formas en los fogones de la villa: al ajo arriero, al pil-pil, en salsa verde.
La tarde de Jueves Santo es costumbre antigua recorrer siete iglesias visitando al Santísimo en los altares preparados para ello. Pero también es antigua costumbre recorrer siete iglesias, en este caso de techo bajo, es decir, bares, mesones o tabernas donde hay que «matar judíos», frase probablemente inspirada por Vicente Ferrer, que no es otra cosa que beberse un vaso de limonada, como se dice en Medina, o de sangría como se conoce en otros lugares. Buen vino de la tierra, limones macerados y azúcar para preparar esta bebida dulzona que se puede acompañar con una torrija, rocíada con miel o con almíbar que es el postre que no puede faltar estos días en ningún hogar medinense. Y al llegar el Domingo de Pascua, un buen lechazo de la tierra o un cochinillo asado al horno de leña al estilo de Medina. Por supuesto todo ello regado con buen vino de los muchos que da la tierra.
Y si de endulzarse la vida se trata, nada mejor que acercarse al obrador del convento de las Madres Clarisas, donde los empiñonados, las pastas de té o los hojaldres harán las delicias de los más golosos. Este año de celebración, la «capirocada», nuevo dulce artesanal de pasta con chocolate y una pequeña cocada, completará esta sabrosa oferta durante la Cuaresma y la Semana Santa.
Más cosas que ver
No se debe dejar de visitar El centro cultural para la divulgación de las Procesiones de Semana Santa en el mundo, que lleva el título del dominico valenciano San Vicente Ferrer, que se completa con el Centro de Documentación en el Palacio Real Testamentario de Isabel la Católica. El proyecto se basa en nuevas tecnologías y con un carácter interpretativo riguroso e innovador, que invita al visitante a realizar un pequeño viaje a través de los sentidos al origen de la Semana Santa y a lo que representa para los españoles. Cuenta también con un espacio reservado a la Semana Santa de Medina del Campo y es el punto de partida de visitas guiadas al patrimonio religioso de la Villa, siguiendo las Huellas de Pasión y permitiendo descubrir así, todos los rincones de los templos, conventos y ermitas del municipio, y por supuesto, su patrimonio procesional, la espectacular imaginería renacentista de la Semana Santa de Medina del Campo, en sus propios lugares de culto.
Más información: Semana Santa en Medina del Campo