La historia del mausoleo Taj Mahal es la más romántica sobre la que se tiene evidencia. La nostalgia que envuelve este sitio que data del año 1654 aún logra generar admiración a nivel mundial.
Pocas veces uno experimenta la sensación de estar inmerso dentro de un cuadro. Cuando lo que se tiene en frente impone su magnificencia no queda otra alternativa que callar y admirar. Sin importar el centenar de fotos que alguna vez hayamos visto, situarse delante de una obra tan poderosa como el Taj Mahal (La corona del Palacio), indudablemente lo deja a uno sin aliento.
Había una vez…
Tanta era la devoción que el emperador Shah Jahan sentía por su esposa favorita, Mumtaz Mahal, que no podía alejarse de su lado y le exigía que lo acompañase en todos sus viajes. Fue durante uno de éstos, al encontrarse el hombre en plena campaña militar, que ella falleció dando a luz a su decimocuarto hijo. Tenía tan sólo 39 años y se dice que en su lecho de muerte le pidió a su marido mostrar al mundo lo mucho que se amaban. El emperador abandonó sus funciones para dedicarse exclusivamente a la construcción de esta obra arquitectónica, pretendiendo –y logrando- construir el mausoleo más maravilloso que jamás se haya visto.
Sin escatimar en detalles, el soberano mandó traer los materiales desde tierras lejanas. Las blancas piezas de mármol del edificio principal son originarias de la famosa región de Rajastán y fueron transportadas casi 300 kilómetros por más de mil elefantes. Se necesitaron también gran variedad de piedras semi-preciosas para realizar los refinados grabados del exterior: desde jade y cristal de China hasta lapislázuli de Afganistán.
En 1632, se necesitaron las manos de veinte mil obreros para construir el memorial, ubicado en las márgenes del río Yamuna, el cual puede ser visto desde gran parte de la ciudad de Agra.
Mitos y leyendas
Pero como en toda historia, los mitos y controversias también tienen su protagonismo. Se dice que una vez terminada la construcción fue tanto el deleite del emperador que mandó a cortar la mano derecha de todos los albañiles, para asegurarse de que jamás pudieran crear ninguna imitación. De hecho no se conoce la identidad de quien diseñó los planos. Hay versiones que aseguran que Shah Jahan tenía intenciones de erigir una réplica del Tah Mahal del otro lado del río, pero en mármol negro para así poder conectar ambos mausoleos por medio de un puente. Éste sería construido para su persona, alternando bloques de ambos colores y uniendo nuevamente a los dos difuntos. Lamentablemente esta obra jamás fue realizada. De hecho al morir, el emperador fue llevado junto a su esposa, siendo su sepultura la única pieza que rompe con la simetría del complejo.
Jardines y flores perennes
El color blanco del mármol del Taj Mahal refleja la luz de una manera extraordinaria, y sin importar la intensidad del sol, siempre parece brillar. Aún luchando contras las espesas capas de contaminación que suelen hacerse presente, los tonos en que la piedra se viste debido a este fenómeno siempre ganan la batalla. Dado que los mismos varían a lo largo del día, se dice que “es imposible” ver dos veces el mismo paisaje. Para ingresar al complejo se debe atravesar, en primera instancia, un enorme edificio de piedra arenisca que simboliza la división entre el mundo terrenal y el paraíso. El dawarza, tal es su nombre, desemboca en la conocida fuente que se ubica a la entrada del lugar. La oscuridad intensa de su interior resalta la luminosidad del panteón que pareciera enmarcarse en el paisaje. Ahí, como es costumbre en la religión musulmana, se deben dejar los zapatos o bien cubrirlos, para no contaminar el espacio sagrado. Las primeras vistas del monumento son impactantes. Sin importar que sea la edificación más fotografiada y televisada del planeta, el estremecimiento que causa al espectador es siempre genuino. El camino hasta su interior es una representación del paraíso, con jardines que bordean un largo estanque central. En sus orígenes abundaban los rosedales y árboles frutales, pero cuando India cayó bajo el poder inglés, la floresta fue reemplazada y se adoptó un tono similar a la elegancia de los parques londinenses. El agua sigue, no obstante, jugando un rol central, reflejando continuamente la estructura y aumentando su elegancia.
Arte musulmán a plenitud
Antes de ingresar al recinto, se observan los finos grabados en los que abundan motivos florales, así como pasajes del Corán. Dado el carácter abstracto e iconoclasta del arte musulmán no se encuentran representaciones humanas, lo que deriva en una delicada perfección por las figuras geométricas. La cúpula, que se asemeja a una enorme perla, representa el trono de Dios, así descripto por Mahoma. Una vez adentro la magnificencia se ve contrapuesta por un espacio reducido, haciendo que el goce principal se centre en la admiración del exterior del lugar. Vale la pena detenerse también en las tumbas secundarias, ubicadas simétricamente en los laterales del Taj, las que también poseen intrincadas decoraciones.
El alto grado de contaminación de la deslucida ciudad de Agra ha llevado a las autoridades a tomar ciertas medidas para prevenir el deterioro del monumento. Por tal motivo se prohibió la circulación de vehículos en las cercanías del mismo. Sin embargo el trecho a recorrerse a pie no es de gran relevancia. Como todos los sitios que son de alto valor para el turismo, se aconseja realizar la visita al amanecer o con la puesta del sol, para poder evitar los congestionamientos y disfrutar mejor de las vistas. Durante los meses de diciembre a febrero, el alba es la mejor alternativa. La bruma que yace sobre el río Yamuna se eleva con los primeros rayos del sol generando una mística postal en donde el Taj Mahal pareciera reposar sobre una extensa nube. Otra alternativa para quienes gusten de placeres más exquisitos es realizar un paseo en noches de luna llena, y ver cómo la luz nocturna se refleja sobre el panteón.
El poeta indio Rebindranath Tagore, Premio Nobel Literatura, describió al Taj Mahal como “una lágrima en el rostro de la humanidad”. Declarado como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en el año 1983, y como una de las 7 Maravillas del Mundo Moderno en 2007, este palacio es un paso obligado para quienes visiten India. Y si tenemos en cuenta que a más de 350 años sigue en pie, Mumtaz Mahal ha cumplido su deseo: el mundo entero se admira y lo seguirá haciendo frente a su historia de amor.
¿Qué comprar? Agra se especializa en joyería, alfombras y tallados en mármol. Los centros de artesanía vecinos al Taj Mahal merecen una visita. Se recomienda ir por cuenta propia: los taxistas suelen tener comisión lo que incrementa los precios.
Contribuye con la ecología. Para contribuir a la reducción de la contaminación en la ciudad de Agra se recomienda utilizar taxis a pedal, que pueden ser rentados en la puerta de los hoteles por un precio fijo y así evitar negociar en la calle.
Más información: Official Website of Taj Mahal.