Después de la caída de la gran Tenochtitlán, este sitio fue abandonado y su nombre cayó en el olvido. Muchos detalles de su historia se perdieron, no así su arquitectura de líneas y ángulos rectos que hasta el día de hoy dominan el Valle del Matlatzinco.
El altiplano localizado en el centro del México debió haber sido un lugar de extrema belleza. Vigilado por imponentes volcanes y rodeado por densos bosques, la región constituyó el punto neurálgico de Mesoamérica. Se extendía sobre el área que hoy ocupan la ciudad de México, Puebla, Tlaxcala, Estado de México así como algunas partes de Morelos e Hidalgo y gracias a la fertilidad de sus suelos fue la cuna de varias culturas prehispánicas entre las que sobresalen los aztecas, tlahuicas, matlatzincas y teotenancas.
El lugar del muro divino
Entre el 650 y el 700 d.C. este último pueblo aprovechó la orografía del lugar para levantar -sobre la cima de una loma llamada Tetépetl, ubicada a una altitud de 2 700 metros sobre el nivel del mar- una ciudad que sería conocida como Teotenango que en español significa “el lugar del muro divino” o “en el lugar de la fortificación”.
A pesar de que siempre estuvo a la sombra de otras zonas como Teotihuacán o Tenochtitlán, la pequeña ciudad siempre fue codiciada tanto por su estratégica localización militar -que la transformó en un bastión inexpugnable- como por su excelente ubicación geográfica, que terminó por convertirla en un punto de encuentro y desencuentro entre los pueblos del centro y el oeste de Mesoamérica. De ahí que no sorprenda que en primer lugar haya sido conquistada por los matlatzincas y tiempo después por los aztecas del emperador Axayácatl.
Los estudios y excavaciones arqueológicas demuestran que fueron los matlatzincas quienes le dieron a la ciudad su perfil actual. Fieles a sus tradiciones arquitectónicas cubrieron, modificaron y agrandaron las antiguas estructuras teotenancas, al mismo tiempo que rellenaron artificialmente grandes espacios naturales que seguían la inclinación y elevación natural del cerro, con el fin de crear las plazas hundidas y los altos muros que otorgarían a la ciudad su aspecto fortificado.
La historia del sitio mientras estuvo habitado se extiende por cerca de mil años. Alcanzó su apogeo entre el 900 y el 1100 de nuestra era, cuando la ciudad ocupó una extensión de 1.5 kilómetros de norte a sur por 1.2 kilómetros de este a oeste. Cuando el conquistador español Martín Dorantes conquistó Teotenango, sus habitantes que hasta entonces vivían en las laderas del cerro o en terrenos ubicados en la base de éste, fueron reubicados en el pueblo de Tenango del Valle, fundado en 1550 por los españoles.
Nostalgia por el pasado
El visitante que sube la empinada loma se siente, de pronto, maravillado por el silencio que impera en el lugar. Los mudos templos escalonados, fosos, basamentos, calles, juegos de pelota, así como la hierba amarilla que en tiempo de lluvias se hace verde, las rocas volcánicas que yacen diseminadas por el lugar y el cielo azul que parece infinito, parecen haberse puesto de acuerdo para despertar la nostalgia por esta pequeña pero importante ciudad prehispánica. Como sucede en otros sitios arqueológicos, su historia sigue viva, trasmutada en las ruinas de una ciudad sabiamente planeada que a pesar del paso del tiempo presume un espacioso y armónico estilo arquitectónico que aún señorea el valle de los matlatzincas.
El jaguar y Quetzalcóatl
Son pocos los detalles que nos indican la historia del sitio. En la plaza principal se encuentra el monolito del jaguar, que al igual que el de la zona arqueológica de Xochicalco en Morelos, registra un eclipse total de sol. Por su parte, el culto a Quetzalcóatl también está presente a través de una pirámide -donde los arqueólogos aseguran que se le rendía culto- y de un monolito con la figura de una serpiente emplumada. Por su parte, el museo del sitio Román Piña Chan, llamado así en honor al ilustre arqueólogo que inició las excavaciones en la zona, contiene algunas de las piezas de cerámica en colores rojo, blanco, negro y cremoso de elegantes formas y diseños así como objetos de cobre recuperados durante las excavaciones realizadas durante la década de 1970. Para visitar la antigua muralla, conviene acercarse a alguien nativo del lugar ya que ésta se encuentra a dos kilómetros de la zona y para acercarse a ella hay que atravesar algunos ejidos.
Cómo llegar a Teotenango:
Saliendo de la Ciudad de México, es necesario dirigirse a la ciudad de Toluca. ubicada a 70 kilómetros. Ahí hay que tomar la desviación rumbo a Ixtapan de la Sal e ir siguiendo los señalamientos rumbo a Tenango de Arista. Tan pronto se llegue a este poblado habrá que dirigir la vista rumbo a un cerro en el poniente, en cuya cúspide se levanta Teotenango.
La zona ofrece servicio de estacionamiento y guías locales así como sanitarios.
Más información: INAH – Zona arqueológica de Teotenango