El autor de «El código da Vinci» penetra en lo más oculto de la capital norteamericana en su millonaria novela «El símbolo perdido».
Como ocurriera con el París de «El código da Vinci» y, en menor medida, con la Roma de «Ángeles y demonios», los puntos esenciales que hay que ver en Washington están indicados por «El símbolo perdido» una obra de la que se vendió un millón de ejemplares en inglés el primer día (en España se lanzó una primera edición récord de 1’500,000 copias).
Salvo algunas excepciones, los lugares de la novela de Brown son los habituales de la capital americana, aunque, eso sí, se contemplan con nuevos ojos y en todos ellos se trata de descubrir la simbología masónica que es el eje central del libro. Y también algunas sorpresas no muy conocidas.
Una nueva visión de la ciudad
Por ejemplo: rematando la monumental cúpula del Capitolio se encuentra una estatua de la Libertad de seis metros de altura y realizada en bronce que, curiosamente, fue transportada hasta allí por esclavos, y en el interior del edificio, en algunas de sus 541 habitaciones, se encuentra la «bañera asesina» responsable del neumónico asesinato del vicepresidente Henry Wilson en 1875 o la cámara en la que se encontró el caballo disecado del general John Alexander Logan. Aunque el interés de muchos visitantes seguramente se centrará en toparse de frente con alguno de los trece fantasmas que pululan por el edificio, incluido el del arquitecto que lo diseñó, masón por cierto, Pierre l´Enfant, quien busca, doscientos años después, alguien que le pague la factura.
Pero los lugares imprescindibles en la visita al Capitolio, tras acceder por el nuevo centro de visitantes subterráneo lleno de luz, que recuerda la célebre pirámide de entrada al Louvre, son el Salón Estatuario con 38 esculturas a tamaño natural de otros tantos grandes norteamericanos o la Rotonda del Capitolio, junto a la entrada norte, donde comienza la intriga de la novela.
Un paseo por el Washington de Brown puede continuar por la Casa del Templo, en la calle 16, que desemboca en la Casa Blanca. Este templo masónico es una réplica de un templo precristiano, el templo del Rey Mausulus, el mausoleo original, un lugar «al que ser llevado después de muerto». Es un templo singular en un barrio de transición entre el Washington blanco y el negro.
En el patio trasero del templo hay un huerto y, en un descampado adyacente, un busto de George Washington, el primer presidente que, como otros sucesores suyos, era masón. De hecho, un famoso mural representa al padre de la Patria, con un mandil típico masón, un trípode y una grúa colocando la piedra angular del Capitolio el 18 de septiembre de 1793, entre las once y cuarto y las doce y media, en el preciso instante en que Caput Draconis estaba en Virgo.
Las referencias astrológicas son frecuentes entre los masones y, desde luego, abundan en Washington. De hecho las piedras angulares de la Casa Blanca, del Monumento a Washington, además de el Capitolio fueron colocadas en distintas fechas, pero siempre en la misma condición astrológica.
Museos y bibliotecas en Washington DC
No muy lejos se encuentra la Librería del Congreso, establecida en 1800 y abierta al público en 1897, es el edificio federal más antiguo del país. Incluye 29 millones de libros catalogados y otros materiales en 460 lenguas y más de 58 millones de manuscritos. En su colección, destaca un borrador de la «Declaración de la Independencia», una «Biblia de Gutenberg», un millón de publicaciones del Gobierno de Estados Unidos, un millón de periódicos de todo el mundo de los últimos tres siglos y seis mil libros de cómic, entre otros materiales.
Claro que en elementos archivados le gana el Museo Smithsonian, otro de los escenarios de la novela, en las afueras de Washington, el museo más grande y tecnológicamente más avanzado del mundo, que alberga más obras que el Hermitage, los Museos Vaticanos y el Metropolitan de Nueva York… juntos.
Naturalmente, en la trama de Brown, no puede faltar el monumento a Washington, el obelisco de mármol, que con sus ciento setenta metros es el más alto del mundo, o Alejandría, a la otra orilla del río Potomac, donde se alza el Memorial Nacional Masónico a George Washington y la Casa del Templo Masónico, guardada por dos esfinges. En su día considerado como uno de los edificios más hermosos del mundo, esta imitación del Mausoleo de Halicarnaso alberga el cuartel general del rito masónico escocés para la jurisdicción sur de Estados Unidos, país donde la masonería cuenta con un censo estimado en casi dos millones de miembros.
A lo largo de la Casa del Templo no faltan continuas referencias al número 33, cifra clave para los masones. Empezando por 33 columnas y 33 sillas ceremoniales. Por cierto, que la suma de la fecha de publicación de «El símbolo perdido» (15-9-09) en Estados Unidos también ofrece como resultado el número 33 para deleite de todo el público que empieza a contemplar la ciudad de Washington bajo un prisma de oculta premeditación.
Pero la gran protagonista es toda la ciudad en sí misma. La capital está repleta de edificios, estatuas y símbolos masones que pasan desapercibidos. La ciudad fue concebida desde cero de acuerdo con los ideales de la Ilustración, que en gran parte son los ideales de los padres fundadores. Algunos adivinan incluso símbolos masónicos en el diseño de las calles de Washington, realizado por Pierre l’Enfant. Las líneas que unen las principales plazas del centro de la capital con la Casa Blanca forman una estrella de cinco puntas.
Otras visitas en la ciudad
Naturalmente en la visita a Washington no pueden faltar otras visitas, masónicas o no, como la dirección más famosa del mundo, 1600 de la avenida Pennsylvania, donde se ubica la Casa Blanca, residencia de los presidentes de EEUU desde 1800. Cada uno hizo añadidos y cambios a esta mansión neoclásica para adaptarla a sus gustos. Desde el 11-S, las visitas a la Casa Blanca están muy restringidas.
El Lincoln Memorial es más que un homenaje al asesinado presidente con una gran estatua sentada de él, sino también todo un símbolo de la lucha por los derechos civiles. En su escalinata pronunció en 1963 el pastor Martin Luther King su famoso discurso «He tenido un sueño». No es éste, sin embargo, el memorial más visitado en Washington, sino el de los Veteranos de Vietnam, dos muros de mármol negro en forma de V que tiene inscritos los nombres de todos los soldados que perdieron la vida en ese conflicto.
También, otro escenario de la novela, la catedral de Washington, la sexta más grande del mundo, cuya altura supera un rascacielos de treinta pisos. En el interior hay más de doscientas vidrieras y un órgano con, exactamente, 10,647 tubos.
Más información: Sitio oficial de turismo de Washington DC