Definitivamente hay pocas actividades que proporcionan una satisfacción tan intensa y una vivencia tan singular como navegar. Así de simple: hacerse a la mar ya sea movido por el viento en veleros o por la propulsión motora de los yates y surcar océanos, bordear litorales, anclar en bahías o esteros y por unos días (o meses), alejarse de tierra firme.
Para de día oír el mar, convivir con gaviotas y marsopas; de noche tener por cielo la bóveda celestial iluminada a plenitud y sentirse amo y señor, como lo es uno de su nave, aunque la mar tan sólo sea un préstamo efímero.
Es entonces cuando uno entiende la atracción singular que ejerce el horizonte que se hunde fundiéndose con el cielo y que llevó a marinos sin recursos mayores a aventurarse en la osada misión de cruzar el océano.
Desde luego, hoy navegar es mucho más cómodo y placentero y llega a ser hasta un lujo para pocos accesible, pero por todos apreciable, aunque cabe mencionar que la navegación tiene muchas opciones: Hay quien puede optar por un velero y en forma no menos exclusiva pero sí más temeraria hacer frente a corrientes y vendavales; hay también quien prefiere el super lujo y el estilo premium de un yate clase «A», donde lo único que falta -comparado con un hotel de gran turismo-, es la calle; hay desde luego quien no puede invertir en estas naves, pero puede rentarlas para pequeñas travesías, ya sea sabiendo navegar o llevando una pequeña tripulación; los hay que se deciden por un crucero o cuando mucho por un corto trayecto marítimo de un puerto a otro; pero al final todos son en mayor o menor medida, por más o menos tiempo y de hobby o de verdadera pasión, marinos aunque sea por un día y eso, es una experiencia que quien la ha vivido nunca la olvida y quien no lo ha hecho, debe realizarlo a la primera oportunidad.
Pero hablemos de quienes gustan y logran tener su propia embarcación, ya que no sólo se necesita dinero para lograrlo y menos para practicarlo; hace falta ese amor por el mar, ese carácter temerario y el gusto por la aventura (aunque sea a todo lujo), ya que el mar siempre será un gigante al que desafiar representa un reto.
Entre veleros y yates hay marcas que destacan por su confiabilidad, tradición, lujo o prestaciones técnicas; sus precios pueden oscilar desde el millón de pesos hasta los treinta millones en promedio, y aunque el equipo y características varía, todos tienen una oferta común: llevarnos a través de los mares en una inenarrable travesía.
Algunas naves que recomendamos serían, por ejemplo, el Azimut 47, un yate a todo lujo, de 47 ft. de eslora que alcanza una velocidad crucero de 25 nudos, tiene una sala panorámica y 4 cabinas con todo el confort imaginable; otro es el Ferreti Altura 690, de 21 ft. de eslora, seis camarotes de ensueño y un jacuzzi al lado del fly bridge (puente de mando); Sunseeker es otra marca reconocida por el diseño de sus embarcaciones, como el Sunseeker 90, cuyo salón principal es digno de un loft monaguesco, su master suite y sus cuatro cabinas permiten que en él naveguen hasta diez personas más seis tripulantes a una velocidad crucero de 25 nudos; Astondoa ha presentado últimamente su versión 72 plus, de una nave de 72 pies de eslora con 4 cabinas suite, movido por dos motores de 1,200 Hp que alcanzan los 30 nudos; navegar hasta 16 personas es posible en el Uniesse MY 53, de 54 pies, 5 camarotes y cuatro salas de estar; otra posibilidad es el Antago 72 Open, con 3 cabinas repartidas cómodamente en sus 22 m. de eslora, en donde 6 estancias dan comodidad total a sus tripulantes mientras surca el mar a 36 nudos de velocidad crucero; el Rodman 64 tiene como característica sus camarotes VIP y su fly bridge doble, sobre una cubierta que alcanza los 20 m. de eslora; el Sea ray 60, con sus terrazas independientes, el Fairline Squadrom 68 y el Itama Fifty Five de 61 pies, con cabina de tripulación opcional, son otros ejemplos de la amplia variedad que existe en el mercado de la navegación.
Todos estos veleros, cuentan con motores auxiliares que van de los 30 a los 150 Hp, en marcas como Volvo y Yanmar, preferidas de los amantes del veleo.
Son como un sueño, pero no hay nada como estar despierto al zarpar, oír el choque del casco contra la mar, recibir la brisa salpicada desde proa y ponerse al mando del timón de alguna de estas residencias marinas, sobre las cuales se puede recorrer un continente o el mundo; de hecho, México cuenta con varias marinas que en el Golfo de Cortés, el Pacífico, el Golfo o el Caribe, invitan a los navegantes a anclar sus naves y conocer más de nuestro país.